Hojas de almanaque
Cuando murió don Gustavo Bacarisas, estaba de directora del Museo de Arte Contemporáneo de Sevilla una sanluqueña, María Lobato, que había hecho su tesina sobre las cerámicas de don Gustavo y tenía en depósito varios óleos suyos. María Lobato se casó con un notario viudo cuyo nombre no recuerdo, pero que tenía un arte incomparable para contar chistes. Vaya uno como muestra: Un abogado amigo suyo le refería que un día se le presentó en el despacho una joven muy atractiva para hacerle una consulta, y él, que no perdía ocasión, le pidió cita. Ella le dijo que por qué no, pero que tenía una idea mejor y le dio sus señas. Llegados el día y la hora, el abogado se presentó en el domicilio de la joven, que vino en persona a abrirle y le hizo pasar al recibidor, donde le rogó que esperase mientras ella desaparecía tras una cortina. Al cabo de un cuarto de hora, se descorre la cortina y aparece la joven vestida de flamenca y detrás de ella, muy tiesos en sus sillas, el padre vestido de corto con una guitarra, la madre muy tiesa con mantón de Manila y un floripondio en el rodete y el hermanito con pantalón ajustado, botines de tacón y blusa de lunares.
- ¿Y tú te quedarías de piedra, no?
- No; de piedra se quedaron ellos, porque yo ya me había quitado la ropa.
- ¿Y tú te quedarías de piedra, no?
- No; de piedra se quedaron ellos, porque yo ya me había quitado la ropa.
Pues el abogado se podría haber llevado una buena denuncia y con razón para la mujer.Ese abogado como diría un amigo necesitaría una buena confesíon con un sacerdote de la Obra.
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