Lecturas recomendables
14. Estado de excepción
Las Provincias Vascongadas llevan años viviendo en estado de excepción. Ese estado de excepción, que era de jure y esporádico en los últimos años del régimen anterior, lo es de facto y permanente desde que disfrutamos del actual "régimen de libertades". Si es cierto que el miedo es libre, nunca han sido tan libres los moradores de esas provincias como en este cuarto de siglo de democracias y autonomías. Me cuentan de una señora vasca que llama a una tertulia radiofónica madrileña para decir que ella tiene que oír Radio Nacional amortiguando la voz con una almohada para que no oigan los vecinos y la denuncien. Cosas así no pasaban en España desde los tiempos en que se oía Radio Moscú o Radio Praga o, algo antes, en zona roja, las charlas de Queipo de Llano por Radio Sevilla.
Es posible que ese estado de cosas sea, desde el punto de vista de la clase política, la "normalidad" que interrumpió la guerra civil, y por eso procede a celebrar elecciones como si tal cosa, con candidatos cazados a lazo y rodeados de guardaespaldas. Sólo así se comprende la resistencia a declarar un estado de excepción que no sería más que un reconocimiento de lo peligrosa que para la "ciudadanía" es esa "normalidad". La gran justificación del nuevo régimen fue, en palabras de uno de sus primeros protagonistas, "hacer legal a nivel de Estado lo que es real a nivel de calle", y por eso no entiendo la resistencia de la clase política a declarar de jure lo que es una triste realidad de facto. Claro que eso sería darle la razón al régimen anterior, y hasta ahí podíamos llegar.
Las Provincias Vascongadas llevan años viviendo en estado de excepción. Ese estado de excepción, que era de jure y esporádico en los últimos años del régimen anterior, lo es de facto y permanente desde que disfrutamos del actual "régimen de libertades". Si es cierto que el miedo es libre, nunca han sido tan libres los moradores de esas provincias como en este cuarto de siglo de democracias y autonomías. Me cuentan de una señora vasca que llama a una tertulia radiofónica madrileña para decir que ella tiene que oír Radio Nacional amortiguando la voz con una almohada para que no oigan los vecinos y la denuncien. Cosas así no pasaban en España desde los tiempos en que se oía Radio Moscú o Radio Praga o, algo antes, en zona roja, las charlas de Queipo de Llano por Radio Sevilla.
Es posible que ese estado de cosas sea, desde el punto de vista de la clase política, la "normalidad" que interrumpió la guerra civil, y por eso procede a celebrar elecciones como si tal cosa, con candidatos cazados a lazo y rodeados de guardaespaldas. Sólo así se comprende la resistencia a declarar un estado de excepción que no sería más que un reconocimiento de lo peligrosa que para la "ciudadanía" es esa "normalidad". La gran justificación del nuevo régimen fue, en palabras de uno de sus primeros protagonistas, "hacer legal a nivel de Estado lo que es real a nivel de calle", y por eso no entiendo la resistencia de la clase política a declarar de jure lo que es una triste realidad de facto. Claro que eso sería darle la razón al régimen anterior, y hasta ahí podíamos llegar.
Al parecer gobierna actualmente en dicho territorio el partido, a cuyo ministro homenajea una señora, que gobierna en Madrid, la cual gusta de cantar.
ResponderEliminarRetomo un par de comentarios enviados a otro blog y que fueron allí considerados como "poco democráticos" por la anfitriona:
ResponderEliminarCOMENTARIO 1
Justo estoy ahora releyendo ESCRITO EN ESPAÑA de Dionisio Ridruejo y mucho de lo que dice podría ser aplicado a la situación actual. Abulia, inhibición, esperanza de que algún deus ex machina saque las castañas del fuego... y ese punto mendicante que acaba transformando la reivindicación justa en picaresca victimista. No somos un pueblo democrático (esto es, con un fuerte espíritu reservista) sino delator, siempre a la espera de alguien que actúe por nosotros. En eso, el mundo abertzale es superior a sus adversarios porque sí hay "cantera" y hay "reservas" listas para suplir las bajas. Si se ha llegado a la paz en el Ulster ha sido pura y simplemente por agotamiento de los católicos al alcanzar la certidumbre de que siempre iban a quedar en tablas con los unionistas.
Aquí ha habido guerras sucias organizadas desde Interior (usando como peones a unos cuantos exaltados ultras) y exabruptos golpistas y sondeos negociadores pero sólo Aznar logró por un momento concitar cierto espíritu reservista en la población (aquellas masas intentando asaltar sedes de HB en la semana del asesinato de Miguel Angel Blanco tuvieron que preocupar bastante a los abertzales, que debieron de ver por un momento ante sí el espectro del Ulster) y, utilizando ese aparente consenso, comenzó el acoso legal y su iniciativa más ambiciosa y menos comprendida, el intento (al hilo de la coyuntura de globalización antiterrorista provocada por el 11S) de implicar al Pentágono en la lucha antiETA (la contraprestación en ese toma y daca, obviamente, era la implicación de España en lo de Irak). Ya se ha visto cómo acabó la cosa y el dudoso apoyo recibido por Aznar.
No creo que llamando asesinos o garrapatas a los abertzales se arregle nada. Si no se plantean análisis, se hace autocrítica de la disfuncionalidad y liquidacionismo en la lucha antiterrorista y no se estudia el tema desde la realidad y no desde los estériles y alienantes "dos minutos de odio", seguirá habiendo problema vasco por muuuuucho tiempo.
COMENTARIO 2
ResponderEliminarComo suelo decir siempre, sarna con gusto no pica: si los españolistas están contentos con Eguiguren de portavoz del PSE en el parlamento vasco, con "deslices" como el follonero entrevistando a Otegi en la tv privada de ZP (¿habrá "deslices" similares en la ETB?: es una buena pregunta del millón... -y dudo muy mucho que Patxi López se declare en rebeldía españolista contra Madrid y le retuerza el brazo a Zapatero como lo ha hecho Montilla en Cataluña desde el sesgo contrario-) y con el juego del escondite que implica la actual política antiterrorista tendente más al encabronamiento del enemigo que a su derrota, pues, eso, yo que no soy españolista, no voy a ser más papista que ellos. Así que todos contentos. Más minutos de odio, más cerrazón abertzale, y más españolismo dividido al albur de las ambiciones políticas y mediáticas de Fulana o de Mengano.
Sigo insistiendo en que, a ojos de un israelí o de un unionista, lo que está pasando aquí tras la caída de Aznar en materia antiterrorista resulta de sainete, habida cuenta de que ETA es hoy por hoy mucho más débil en cuanto a efectivos, relaciones, finanzas y apoyo internacional que Hamas, Hizbollah, el IRA o la tentacular Al Qaeda.
Un amigo con familiares en Hondarribia me comentó una vez que los abertzales, a diferencia de los palestinos o de los católicos de Irlanda del Norte, no odian/temen al contrario sino que lo desprecian en una actitud que recuerda más a la del antiguo búnker franquista con respecto a los reformistas e izquierdistas de la Transición. Vale, que, bajo la pantalla del "régimen" peneuvista, se pudo llegar a una situación de prepotencia que recordase a la de los "incontrolados" ultras en el tardofranquismo y la primerísima transición ("dictablanda" -no tan blanda, por cierto- de Arias y Fraga) pero hay una diferencia: los ultras eran peones al servicio de Presidencia y de los mandos militares, ETA no es peón de nadie sino que mantiene con el PNV una relación de paridad pragmática, en algunos aspectos similar a la de los elementos más radicales del bando republicano con el gobierno durante la guerra civil.
Y una última cosa, que no tiene que ver con ninguna placenta peneuvista en la que los abertzales se muevan con soltura: el atentado contra Carrero, con intervención de la CIA, que hace de ETA durante mucho tiempo acreedora de una relativa tolerancia por parte de quienes se beneficiaron políticamente de la voladura del almirante, y que tal vez para algunos (¿un ZP? ¿un Eguiguren?) siga pesando más desde su sectarismo "democrático" que el dolor de los sectores sociales más castigados por ETA. A fin de cuentas, esa es la ultima ratio, el hacer algo desde la convicción y la empatía o el no sentirte implicado. Tal vez no sean pocos los que en el actual gobierno vasco, empezando por Eguiguren (quien, si de veras hubiese cambiado de línea con respecto a ETA el PSE, habría sido botado sumarísimamente o relegado al ostracismo como ocurrió, en anteriores cambios y sueltas de lastre del PSE, con Damborenea, Goñi Tirapu o Redondo Terreros), se sientan más dispuestos a una nueva hipótesis de diálogo con ETA que a cruzar tres palabras en la calle con Damborenea. Esas visceralidades son las que, al final, cuentan.
Impecable como siempre tu comentario. Lo triste es que sigan cacareando lo de ue "nunca conseguirán sus objetivos", como si no hubieran conseguido ya bastantes estos cabrones al amparo del régimen de libertades.
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