Hojas de almanaque
· En la Vereda vive una familia gitana y la matriarca, con su delantal
almidonado y su floripondio en el moño, suele ir a Bormujos a la plaza en el autobús de línea que tiene su parada frente a la venta del Rocío Chico. Una mañana pasaba yo en coche con uno o dos de mis hijos y un niño de un albañil del pueblo a quien Adriano intentaba enseñar rudimentos de inglés. Veo en la parada a la gitana vieja con una nietecita que tenía, rubia por cierto, y las invito a subir al coche.
- ¡Ay, Dios ze lo pague! ¿Y la zeñora está güena? ¡Qué preziozidá de niños!
Y etcétera, etcétera.
Llegamos a la entrada del pueblo y paro para que se baje Eduardito, el niño del albañil, el alumno de Adriano. La vieja reanuda sus piropos:
- ¡Adiós, mi arma! ¡Pero qué reguapízimo que é! ¡Bendita la hora en que tu mare te echó ar mundo!
Y le susurra la nieta:
- ¡Agüela! ¡Zi éze no é hijo zuyo!
almidonado y su floripondio en el moño, suele ir a Bormujos a la plaza en el autobús de línea que tiene su parada frente a la venta del Rocío Chico. Una mañana pasaba yo en coche con uno o dos de mis hijos y un niño de un albañil del pueblo a quien Adriano intentaba enseñar rudimentos de inglés. Veo en la parada a la gitana vieja con una nietecita que tenía, rubia por cierto, y las invito a subir al coche.
- ¡Ay, Dios ze lo pague! ¿Y la zeñora está güena? ¡Qué preziozidá de niños!
Y etcétera, etcétera.
Llegamos a la entrada del pueblo y paro para que se baje Eduardito, el niño del albañil, el alumno de Adriano. La vieja reanuda sus piropos:
- ¡Adiós, mi arma! ¡Pero qué reguapízimo que é! ¡Bendita la hora en que tu mare te echó ar mundo!
Y le susurra la nieta:
- ¡Agüela! ¡Zi éze no é hijo zuyo!
La vida misma...entrañable.
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