Democracia libertina
Winston Churchill no tenía una opinión demasiado elevada de la democracia, pero aun así no tuvo más remedio que elogiarla a regañadientes con una humorada bastante equívoca. Churchill en efecto no tenía más remedio que reconocer lo positivo de la democracia en los países anglosajones, sobre todo en el de su madre, consustancial con ella y en modo alguno obstáculo a su “manifiesto destino” imperial. Del país paterno no cabe decir tanto, pero sí que tiene el mérito de haber inventado una democracia en la que el representante o parlamentario ha de responder en principio, no ante el partido en el que milita, sino ante el distrito electoral que representa.
En otros países no cabe decir lo mismo, sobre todo en el nuestro, que desde la caída del Antiguo Régimen, del Despotismo Ilustrado o como se le quiera llamar, no ha conocido más estabilidad ni más progreso que el que le han proporcionado regímenes autoritarios. Si se observa con detenimiento todo lo acaecido en España desde las Cortes de Cádiz y en particular desde que tenemos “libertades”, que no es lo mismo que tener libertad, no hay que ser zahorí para abrigar graves sospechas sobre el sistema que esas libertades propicia. Una de esas libertades es la llamada “libertad sexual”, una libertad que por definición cada ciudadano o ciudadana puede ejercer como se le apetezca dentro de un abanico de “opciones” cada vez más amplio. La “libertad sexual” ha venido a sustituir, en una legislación que más que penal es criminal, el concepto de “pudor”, de “moral”, de “decencia” o de “escándalo público”, de suerte que hechos presuntamente delictivos como los perpetrados por cuadrillas de “educandos para la ciudadanía” en muchas localidades españolas se tipifican paradójicamente como “atentados a la libertad sexual”, siendo así que tales actos no son más que una de las muchas "opciones" que la democracia da al ciudadano de ejercer con toda impunidad “sus derechos sexuales”.
En otros países no cabe decir lo mismo, sobre todo en el nuestro, que desde la caída del Antiguo Régimen, del Despotismo Ilustrado o como se le quiera llamar, no ha conocido más estabilidad ni más progreso que el que le han proporcionado regímenes autoritarios. Si se observa con detenimiento todo lo acaecido en España desde las Cortes de Cádiz y en particular desde que tenemos “libertades”, que no es lo mismo que tener libertad, no hay que ser zahorí para abrigar graves sospechas sobre el sistema que esas libertades propicia. Una de esas libertades es la llamada “libertad sexual”, una libertad que por definición cada ciudadano o ciudadana puede ejercer como se le apetezca dentro de un abanico de “opciones” cada vez más amplio. La “libertad sexual” ha venido a sustituir, en una legislación que más que penal es criminal, el concepto de “pudor”, de “moral”, de “decencia” o de “escándalo público”, de suerte que hechos presuntamente delictivos como los perpetrados por cuadrillas de “educandos para la ciudadanía” en muchas localidades españolas se tipifican paradójicamente como “atentados a la libertad sexual”, siendo así que tales actos no son más que una de las muchas "opciones" que la democracia da al ciudadano de ejercer con toda impunidad “sus derechos sexuales”.
En esta entrada de mi blog creo tocar esto (en este caso, refiriéndome concretamente a las contradicciones de la derecha cañí). Porque el libertinaje no estriba sólo en excesos carnales sino en la pérdida creciente del honor y de la dignidad, en el culto al timo y a la picaresca frente a cualquier atisbo de compromiso serio con una visión del mundo.
ResponderEliminarAquí link:
http://zurdman.blogspot.com/2009/05/visiones-apocalipticas-12.html
Lo positivo sería consultar al pueblo sobre determinadas leyes si quiere que sean reformadas o no.Estoy de acuerdo con que los diputados de cada provincia debian de visitar a sus distritos electorales y escuchar las problematicas de los que les pagan.
ResponderEliminarEsa sensibilidad (hoy por hoy utópica -del País de la Piruleta, vamos-) tal vez hubiera podido plantearse en los primeros años de la Transición (Suárez, incluso Calvo Sotelo) por aquello de la mala conciencia de UCD y su deseo (creo que sincero, si lo comparamos con lo venido después) de gobernar para todos, sin acotar los límites del proceso de reforma/ruptura. A partir de Felipe y hasta hoy, lo que se estila son las máquinas de poder (fifty fifty políticas y mediáticas) cuya prioridad es que la ciudadanía ayude (o, por lo menos, no estorbe) a la voluntad de poltrona y/o de ego trip de los prohombres y prohembras. Tal vez si surge una masa crítica a partir de nuevos jugadores que entren en el tablero (tanto políticos como mediáticos) lo mismo podría recuperarse esa sensibilidad y abortar (este aborto sí que merece la pena) el creciente devenir antiutópico en que ha caído la España pasmada de ZP.
ResponderEliminarEstimado Aquilino,
ResponderEliminarNo puedo estar más de acuerdo con usted.
Un cordial saludo,
Juan Pablo