Limbo amnésico
Lecciones de historia
Siendo yo un adolescente, llegó a mis manos una Historia de España de don Jerónimo de la Escosura. En ese libro, publicado bajo el reinado de Fernando VII, la Historia concluía con el siglo XVIII, y el autor aclaraba que los acontecimientos posteriores eran demasiado recientes como para poderlos estudiar de modo adecuado. Muy luego supe del acendrado liberalismo de Escosura y comprendí que su actitud obedecía tanto al rigor científico como a la prudencia más elemental. Don Fernando VII era muy campechano y muy simpático, y por eso mismo no era muy aconsejable indisponerse con él.
Vuelvo sobre este tema porque me llama la atención el que libros históricos perfectamente serios y formativos cometan la imprudencia de enjuiciar la historia que se está haciendo. La imprudencia en este caso es sólo científica y rebaja a primera vista el crédito del historiador. Es difícil de entender, en efecto, que se señalen defectos y claroscuros en los gobernantes del pasado mientras se envuelve a los del presente en un aura cenital, en un limbo amniótico que más bien parece un limbo amnésico. Por fortuna no les van a faltar documentos ni testimonios a los historiadores del futuro, como no les faltan a los del presente para el estudio de los siglos pasados. No seré yo quien niegue las catástrofes de nuestra historia, catástrofes a las que España logró sobrevivir y que nos sosiegan algo a los que tenemos fe en ella y confiamos que sobreviva al balcanizante régimen que padece en la actualidad.
En otro país, en una situación menos amniótica, los actuales gobernantes ya habrían sido sacados a empujones por la población. No se explica, salvo por esta especial circunstancia de vivir en una sociedad lobotomizada, de pabellón de reposo, de nido del cuco, que un gobierno que no ejerce de manera rotunda la coerción física tenga menos contestación (contestación real, no jugar al sms traviesillo en las tertulias de la tele) que tuvieron regímenes mucho más duros.
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