Aguafiestas

Los aguafiestas del 98

El año de 1998 fue año de conmemoraciones: dos muertes, la de Felipe II y la de Benito Arias Montano, dos derrotas, la de Santiago de Cuba y la de Cavite, y dos generaciones, la del 98 y la del 27. En realidad, la conmemoración de esta última no tiene más justificación que el centenario de tres de sus componentes, a saber, Dámaso Alonso, Vicente Aleixandre y Federico García Lorca, nacidos en ese mismo año, ni más motivación que la exaltación de este último, no por haber nacido cuando nació, sino por haber muerto como murió. De modo más adecuado se conmemoró esa muerte en 1986, a los cincuenta años de haberse producido, y en esa ocasión dije al respecto algo en lo que me reafirmo, a saber, que su sacrificio fue el de uno de los muchos inocentes inmolados en una guerra de la que ahora se hablaría muy bien si la hubieran ganado los que la perdieron.
De Arias Montano se ha hablado algo y bien, y mucho más, como es lógico, del señor a quien sirvió en esta tierra, de Felipe II, cuya reivindicación en estos tiempos de leyenda lila, como diría don Marcelino, hemos de agradecer a súbditos de los países que se inventaron la leyenda negra. También se ha hablado de la llamada generación del 98, no por discutida menos insoslayable. Esa generación, los hombres de esa generación, siempre han resultado incómodos a todos los regímenes políticos, sin perjuicio de que algunos de ellos se hayan aprovechado de muchas de sus ideas. Los españoles que tenemos cierta edad y buena memoria, sabemos muy bien de reticencias y hostilidades a su respecto durante el régimen anterior, reticencias y hostilidades que tampoco han faltado en el régimen actual. Resumiendo mucho, cabría decir que los turiferarios del régimen anterior los rechazaban por un presunto antipatriotismo y los del actual por un patente archipatriotismo. Para el gusto actual, los hombres del 98 hablan demasiado de España; no se les cae de la boca ni de la pluma el nombre de España, y eso no está bien visto en una época en que sobre la inconsutilidad de la patria echan suertes los sayones que tratan de descuartizarla. Si los hombres del 98 tienen actualidad - de ahí el título de mi libro - es por las amenazas que se ciernen sobre la España actual, mucho más graves a mi juicio que las que aquejaban a la España de hace un siglo, pero propiciadas éstas como aquéllas por los medios de manipulación de masas. Si los de entonces precipitaron a la nación a una guerra suicida, los de ahora la anestesian para que se deje descuartizar sin resistir.
El libro que presento es un libro incompleto, y lo es por unos escrúpulos que me aconsejaron suprimir tres de los trabajos inicialmente incluídos en él. Yo temía que lo que en ellos digo predispusiera desfavorablemente al jurado. La benevolencia con que éste me trataría me convenció de que estaba en un error y de que mis escrúpulos y temores carecían de justificación alguna. En ello me confirmaría una entrevista concedida por su presidente, Pedro Laín Entralgo, al diario ABC el 28 de diciembre de 1997 y un artículo del profesor Seco Serrano en el mismo periódico el 10 de diciembre de 1998. Tampoco a Laín le gusta “la España de las Autonomías”, pues no ha resultado ser la que él se auguraba al proclamarse la actual Constitución. Y Seco Serrano, al recapitular la conmemoración, haría hincapié en algo sobre lo que yo escribí en uno de los capítulos autocensurados, a saber, las reflexiones de Cajal sobre el Desastre, recogidas en el trabajo que el propio Laín incluyó en su libro esencial sobre la Generación del 98. Con referencia a Ramón y Cajal, escribe Laín y cita Seco, que la más notoria consecuencia del Desastre fue: “El desvío e inatención del elemento civil hacia las instituciones militares, a quienes se imputaban faltas y flaquezas de que fueron responsables gobiernos y partidos y, sobre todo, la génesis del separatismo disfrazado de regionalismo”. “Era la “doble herida” de que ha hablado Pedro Laín” - sigue diciendo Seco, que vuelve a citar a don Pedro: “Progresiva separación entre los hombres y creciente disensión entre las regiones”. Tengo en Ginebra un amigo español, catalán de Lérida, hijo de anarquistas y crecido y educado en el exilio, que resume por vía de humor amargo el Estado de las Autonomías con palabras muy parecidas a las de Laín: “Pongamos fronteras entre nosotros para estar más unidos y hablemos lenguas distintas para entendernos mejor.”
Nada de esto puede asombrarnos si se piensa que la segunda Restauración se hizo en lo posible a imagen y semejanza de la primera. Durante la primera, Joaquín Costa, uno de sus críticos más acerbos, sufrió no pocos sarcasmos a costa de su obsesión con la “política hidráulica”. La “política hidráulica” de Costa era motivo de chistes en aquellas insignes tertulias de los mugrientos cafés madrileños y del no menos mugriento Ateneo, y entre los chistosos descolló el benemérito don Manuel Azaña, quien, como se vería con el tiempo, frente a la “política hidráulica”, prefería la “política ígnea”.
Con referencia a la primera Restauración, Galdós habló de los “años bobos”. Esos “años bobos” tenían también los que Ortega llamaría sus “señoritos satisfechos”, y para esos “señoritos satisfechos” de los “años bobos” eran los hombres del 98 unos auténticos aguafiestas. He aquí por qué cien años más tarde, los hombres del 98 siguen siendo aguafiestas y siguen siendo actuales.

(Palabras pronunciadas en el acto de presentación del libro Actualidad del 98 el día de los Santos Inocentes de 1998, aniversario del nacimiento de don Pío Baroja)

Comentarios

  1. No hay nada nuevo bajo el sol incluso en algunos paises los principales partidos llevan el mismo nombre que hace mas de 100 años.Todo se repite pero con más desarrollo tecnológico.

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