Países bajos y salsa rosa

La llamada Transición fue una rampa inclinada por la que España, en nombre del progreso, se deslizaría hacia uno de los momentos más bajos de su Historia. El estrago de Atocha en marzo de 2004 no haría más que acelerar ese deslizamiento hacia unas bajezas insondables. Una sociedad en salsa rosa aceptaría con indiferencia, por no decir con orgullo, su nivelación con los Países Bajos, Bélgica inclusive, única nación europea hasta la fecha que se había plegado a las más grotescas aberraciones de “ingeniería social”. Los que medran con semejante estado de cosas, es decir, los intelectuales orgánicos del sistema, que hubiera dicho Gramsci, o el estado mayor de la envidia, que diría Ortega: las estatuas de sal de este valle de Pentápolis, tienen la vista vuelta permanentemente hacia el pasado y con sus novelas premiadas, sus películas subvencionadas y sus televisiones teledirigidas procuran reconstruir ese pasado imponiéndole el socorrido estigma de “tiempo de miseria”. No deja de ser curioso que los títeres de este retablo de la avaricia, la lujuria y la muerte que es la España contemporánea, emitan juicios denigrantes sobre una época, no de miseria, sino de penuria, en que los españoles trataban de levantar a su patria de la miseria física y moral en el que los habían metido los antepasados de esos mismos títeres.

Comentarios

  1. Bienvenido a este mundillo resbaladizo de los "blogs", Aquilino. Puede decirse que tus "electrogramas", escritos y enviados con asiduidad durante meses, y recogidos en su mayor parte en tu libro "Crónicas anacrónicas" han sido uno de los precedentes claros, en nuestro país, de este medio de expresión con tantas posibilidades.

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