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                                                      15. Pactos de El Pardo

                                                       (Mandaba Aznar)                         
No es posible que los titulares del Gobierno sean tan tontos. No diré que a lo largo de sus dos legislaturas su gestión haya sido óptima, pero sí desde luego la menos mala desde que se inauguró el régimen que padecemos. Sin embargo, de poco tiempo a esta parte, digamos desde la última crisis de Gobierno, las tonterías y las torpezas que parecían exclusivas de la Oposición han cambiado de campo, mientras la figura del jefe de esta última gana de día en día imagen de solvencia, de responsabilidad y hasta de patriotismo. Yo sospecho que todo esto está pactado y que esta II Restauración se basa también en un “pacto de El Pardo”. Para evitar que ocurra lo de Méjico o lo de Suecia, se ha debido de llegar a un acuerdo de que ningún partido, por bien que lo haga, debe gobernar más de dos legislaturas, y en vez de recurrir al antiguo arbitrio del encasillado y el pucherazo, se le da al electorado la oportunidad de participar en la operación. Se trata, pues, de convencer a la masa inerte, la mayoría silenciosa o lo que sea, eso que llaman el centro, de que la próxima vez hay que votar distinto y eso explica los renuncios en política interior y las sumisiones en política exterior, los abusos del cupo feminista, las plataformas de minorías aberrantes y las candidaturas como la de la alcaldía de Madrid. El hombre masa siempre preferirá una izquierda domesticada a una derecha vergonzante.

                                                  


                                         La Oposición de Su Majestad
                                             (Mandaba Zapatero)
Son conmovedoras, por no decir otra cosa, las ofertas de colaboración de la derecha vergonzante en la lucha contra el terrorismo a un Gobierno que tiene acreditado sobradamente que no está dispuesto a luchar contra él. El terrorismo no es más que la punta de flecha, o la cabeza nuclear, del separatismo, y el Gobierno o, por mejor decir, la clase política en bloque, no tiene nada contra el separatismo, en el que se apoya cuando le conviene, como hizo en tiempos de Aznar y como pudo verse en la asistencia del Partido Popular a la Diada barcelonesa, fiesta del separatismo y la mentira histórica. La lección fue doble, una, la de los separatistas que trataron al P.P. como se merecía, y otra, la de Ciudadanos de Cataluña, que en lugar de adherirse al festolín, organizó lo que cabría denominar un acto de información cívica sobre el auténtico significado de esa fecha. Tampoco se cubrió de gloria el P.P. al sumarse al homenaje parlamentario a don Salvador Allende, aunque con salvedades formales para cubrir el expediente, como hiciera en el homenaje a las Brigadas Internacionales y en la condena institucional del Alzamiento Nacional. Se tiene la impresión de que a todo lo que aspira la Oposición de Su Majestad es a hacerse perdonar la vida por el Gobierno de Su Majestad, dando a entender que, si por arte de magia le diera al pueblo soberano la ventolera de llevarla al poder, su política no diferiría gran cosa de la misma que tanto critica de boquillas.


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