Traductores de fiar
Una traducción modélica
Tengo que agradecerle a Hans Leopold Davi el conocimiento de Marie Luise Kaschnitz, fallecida en Roma en 1974, conocimiento que estriba en la impecable traducción de sus poemas en prosa con el título de Aún no está decidido*. La edición española está patrocinada por Sarah Girri y Jorge Gallardo. O mucho me equivoco o estas personas tienen algo que ver con Sarah Gallardo, la viuda del escritor Héctor A. Murena, que vivía en Roma cuando la Kaschnitz pasó a mejor vida. No llegué a conocer personalmente a Sarah Gallardo y eso que yo también vivía en Roma, pero me hablaba mucho de ella su gran amiga Lucrezia Cipriani Pannunzio, excelente traductora de autores hispanoamericanos, Murena entre ellos, con quien yo me había escrito en un momento en que se podían contar con los dedos de una mano los literatos que nos oponíamos a los dictados del pensamiento dominante en Occidente. Es pues más que probable que Sarah Gallardo tratara en Roma a Marie Luise Kaschnitz. Y es probable que yo mismo me haya cruzado con ella en la Librería alemana Herder, junto a Montecitorio, pues la Kaschnitz, casada con un arqueólogo austriaco, era librera de profesión y había ejercido su oficio en Weimar y Munich antes de hacerlo en Roma.
A Hans Leopold Davi lo conozco desde finales de 1958, cuando yo vivía en Wuppertal y acababa de salir La calle de la Luna, mi primer libro de poesía. No sé cómo supe de su existencia - ¿pudo ser Doris Deinhard, la traductora de Platero y yo? - pero la simpatía literaria fue inmediata y lo raro es que nunca nos comunicáramos en los largos años que pasé en Suiza y en Italia. Fue gracias a José Antonio Muñoz Rojas como volví a saber de él, pues había ido a visitarlo a la Casería del Conde y José Antonio le dio mis señas. Poco tiempo después nos conoceríamos personalmente en Lucerna y reanudaríamos la amistad. A esa amistad debo la versión de unos versos míos que hizo publicar en Die Neue Zürcher Zeitung más alguna que otra entrevista o comentario en alguna publicación de la Suiza alemana. Debo decir que, en general, he tenido suerte con mis traductores, que también se pueden contar con los dedos de una mano. Son pocos, pero inmejorables. Yo que a mi vez he intentado serlo, sé muy bien lo difícil que es conseguir la perfección, que es lo que Leo Davi consigue en su versión de los poemas de la Kaschnitz. Claro está que Davi tiene la gran ventaja de ser prácticamente bilingüe. Puede decirse que su primera lengua fue la española, es decir, la lengua de su niñez y adolescencia transcurrida en Canarias, donde nació en 1928. Al concluir la guerra mundial, realizó sus estudios superiores en Zurich y en París y acabó instalándose en Lucerna. En Lucerna y en 1959 está fechada la dedicatoria de sus “pecados poéticos de juventud en París” Gedichte einer Jugend, cuadernito publicado en París en 1952, precedido de una cita de San Agustín. Otro género cultivado por él es el relato corto: Der Herz Mahler, Das Gerippe der Windmühle, con dibujos de su esposa Silvia, que además es librera, como la Kaschnitz.
Los mejores traductores de poesía suelen ser los poetas. Es difícil, sin un cierto hábito de la composición y la versificación, verter al idioma propio el verso escrito en un idioma ajeno. El caso de Davi es además especial, pues no está claro cuál de los dos idiomas que posee es más suyo. Los poemas de la Kaschnitz y las versiones de Davi están frente a frente y nada desmerece la página izquierda de la derecha. Marie Luise Kaschnitz refleja el mundo contemporáneo y lo trasciende, lo interioriza, en imágenes que rozan lo onírico. Y en la versión no sólo están con toda fidelidad esas imágenes difíciles, esas vivencias insólitas, esas conclusiones depresivas, sino la fuerza de un lenguaje directo, eficaz, ácido a ratos, tierno a veces, en el que nada falta ni nada sobra.
Si hay que señalar algún fallo en la traducción, ése sería el de la contraposición del Fiat y el Vauweh, que el lector hispánico entendería mejor si se dijera el Fiat y el Wolkswagen, o VW si se prefiere. Tampoco es muy afortunado, al aludir en la solapa a los desplazamientos de la Kauschnitz por las antiguas provincias del Reich, llamar a la Prusia Oriental y a Koenigsberg por los nombres que tendrían después de la segunda guerra mundial. Bueno está que “los nacionalistas (tengan) que enmendar continuamente la plana a su país”, como dice la Kaschnitz, pero lo que no pueden ni deben es estar enmendando continuamente la Historia, la Geografía y la Gramática.
* Marie Luise Kaschnitz. Aún no está decidido. Traducción de Hans Leopold Davi. Editorial Pre-textos. Madrid, Buenos Aires, Valencia, 2008.
Tengo que agradecerle a Hans Leopold Davi el conocimiento de Marie Luise Kaschnitz, fallecida en Roma en 1974, conocimiento que estriba en la impecable traducción de sus poemas en prosa con el título de Aún no está decidido*. La edición española está patrocinada por Sarah Girri y Jorge Gallardo. O mucho me equivoco o estas personas tienen algo que ver con Sarah Gallardo, la viuda del escritor Héctor A. Murena, que vivía en Roma cuando la Kaschnitz pasó a mejor vida. No llegué a conocer personalmente a Sarah Gallardo y eso que yo también vivía en Roma, pero me hablaba mucho de ella su gran amiga Lucrezia Cipriani Pannunzio, excelente traductora de autores hispanoamericanos, Murena entre ellos, con quien yo me había escrito en un momento en que se podían contar con los dedos de una mano los literatos que nos oponíamos a los dictados del pensamiento dominante en Occidente. Es pues más que probable que Sarah Gallardo tratara en Roma a Marie Luise Kaschnitz. Y es probable que yo mismo me haya cruzado con ella en la Librería alemana Herder, junto a Montecitorio, pues la Kaschnitz, casada con un arqueólogo austriaco, era librera de profesión y había ejercido su oficio en Weimar y Munich antes de hacerlo en Roma.
A Hans Leopold Davi lo conozco desde finales de 1958, cuando yo vivía en Wuppertal y acababa de salir La calle de la Luna, mi primer libro de poesía. No sé cómo supe de su existencia - ¿pudo ser Doris Deinhard, la traductora de Platero y yo? - pero la simpatía literaria fue inmediata y lo raro es que nunca nos comunicáramos en los largos años que pasé en Suiza y en Italia. Fue gracias a José Antonio Muñoz Rojas como volví a saber de él, pues había ido a visitarlo a la Casería del Conde y José Antonio le dio mis señas. Poco tiempo después nos conoceríamos personalmente en Lucerna y reanudaríamos la amistad. A esa amistad debo la versión de unos versos míos que hizo publicar en Die Neue Zürcher Zeitung más alguna que otra entrevista o comentario en alguna publicación de la Suiza alemana. Debo decir que, en general, he tenido suerte con mis traductores, que también se pueden contar con los dedos de una mano. Son pocos, pero inmejorables. Yo que a mi vez he intentado serlo, sé muy bien lo difícil que es conseguir la perfección, que es lo que Leo Davi consigue en su versión de los poemas de la Kaschnitz. Claro está que Davi tiene la gran ventaja de ser prácticamente bilingüe. Puede decirse que su primera lengua fue la española, es decir, la lengua de su niñez y adolescencia transcurrida en Canarias, donde nació en 1928. Al concluir la guerra mundial, realizó sus estudios superiores en Zurich y en París y acabó instalándose en Lucerna. En Lucerna y en 1959 está fechada la dedicatoria de sus “pecados poéticos de juventud en París” Gedichte einer Jugend, cuadernito publicado en París en 1952, precedido de una cita de San Agustín. Otro género cultivado por él es el relato corto: Der Herz Mahler, Das Gerippe der Windmühle, con dibujos de su esposa Silvia, que además es librera, como la Kaschnitz.
Los mejores traductores de poesía suelen ser los poetas. Es difícil, sin un cierto hábito de la composición y la versificación, verter al idioma propio el verso escrito en un idioma ajeno. El caso de Davi es además especial, pues no está claro cuál de los dos idiomas que posee es más suyo. Los poemas de la Kaschnitz y las versiones de Davi están frente a frente y nada desmerece la página izquierda de la derecha. Marie Luise Kaschnitz refleja el mundo contemporáneo y lo trasciende, lo interioriza, en imágenes que rozan lo onírico. Y en la versión no sólo están con toda fidelidad esas imágenes difíciles, esas vivencias insólitas, esas conclusiones depresivas, sino la fuerza de un lenguaje directo, eficaz, ácido a ratos, tierno a veces, en el que nada falta ni nada sobra.
Si hay que señalar algún fallo en la traducción, ése sería el de la contraposición del Fiat y el Vauweh, que el lector hispánico entendería mejor si se dijera el Fiat y el Wolkswagen, o VW si se prefiere. Tampoco es muy afortunado, al aludir en la solapa a los desplazamientos de la Kauschnitz por las antiguas provincias del Reich, llamar a la Prusia Oriental y a Koenigsberg por los nombres que tendrían después de la segunda guerra mundial. Bueno está que “los nacionalistas (tengan) que enmendar continuamente la plana a su país”, como dice la Kaschnitz, pero lo que no pueden ni deben es estar enmendando continuamente la Historia, la Geografía y la Gramática.
* Marie Luise Kaschnitz. Aún no está decidido. Traducción de Hans Leopold Davi. Editorial Pre-textos. Madrid, Buenos Aires, Valencia, 2008.
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