L'avara povertà di Catalogna (Dante Alighieri)
El principio del fin
Una de las virtudes de la democracia es que, después de unas votaciones, todos cantan victoria, tanto los que las ganan como los que las pierden. El referéndum catalán es la última prueba. Los perdedores se alegran de la baja participación, cuando lo cierto es que a esa baja participación deben su triunfo los vencedores. Del absentismo electoral siempre se beneficia la opción más votada; ahora bien, como cada hombre, más que un voto, es un mundo, cualquiera sabe con qué idea se fueron a la playa los que confiaban en que sus conciudadanos les sacaran las castañas del fuego. Los catalanes, como buenos españoles que son, prefieren dejar a los expertos las decisiones políticas, ni más ni menos como dijeron Los del Río en otra consulta parecida. Cada vez están más separados los caminos que llevan los hombres públicos y las mujeres públicas por un lado y, por otro, eso que los cronistas obsequiosos llaman la “ciudadanía” o “pueblo soberano”.
Yo he pasado por altibajos de depresión y euforia, según haya sentido que las consecuencias las pague España o las pague el sistema político por el que se ha venido rigiendo últimamente. Este sistema es transitorio, incluso por definición, mientras que España es permanente. ¿Qué son treinta años frente a tres mil? Extraiga cada cual las consecuencias que quiera.
Una de las virtudes de la democracia es que, después de unas votaciones, todos cantan victoria, tanto los que las ganan como los que las pierden. El referéndum catalán es la última prueba. Los perdedores se alegran de la baja participación, cuando lo cierto es que a esa baja participación deben su triunfo los vencedores. Del absentismo electoral siempre se beneficia la opción más votada; ahora bien, como cada hombre, más que un voto, es un mundo, cualquiera sabe con qué idea se fueron a la playa los que confiaban en que sus conciudadanos les sacaran las castañas del fuego. Los catalanes, como buenos españoles que son, prefieren dejar a los expertos las decisiones políticas, ni más ni menos como dijeron Los del Río en otra consulta parecida. Cada vez están más separados los caminos que llevan los hombres públicos y las mujeres públicas por un lado y, por otro, eso que los cronistas obsequiosos llaman la “ciudadanía” o “pueblo soberano”.
Yo he pasado por altibajos de depresión y euforia, según haya sentido que las consecuencias las pague España o las pague el sistema político por el que se ha venido rigiendo últimamente. Este sistema es transitorio, incluso por definición, mientras que España es permanente. ¿Qué son treinta años frente a tres mil? Extraiga cada cual las consecuencias que quiera.
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