Wednesday, October 31, 2012
Sunday, October 28, 2012
Saturday, October 27, 2012
Monday, October 15, 2012
En su ciudad natal
Este jueves día 18, a las 19,30 h., tendrá lugar en la Cátedra de la Biblioteca Menéndez Pelayo (c/ Rubio, 6), la presentación del libro "Menéndez Pelayo, genio y figura", recopilación de tres ensayos de Aquilino Duque, César Alonso de los Ríos e Ignacio Gracia Noriega. Participarán como conferenciantes los tres autores.
Friday, October 12, 2012
12 de Octubre
La
Raza y la Hispanidad
No hace mucho, en el Instituto Francés de Madrid
para no ir más lejos, tuve ocasión de proclamar una vez más mi deuda con la
Hispanidad. Y es que gracias a que la
Hispanidad no es una entelequia, al concluir la Segunda Guerra Mundial y
fundarse la Organización de las Naciones Unidas, fue la lengua española una de
las cinco lenguas oficiales de la flamante Organización. Eso fue así no porque
el español fuera precisamente el idioma de la España de Franco, nación entonces
proscrita, sino por haber sido la “lengua del Imperio” y ser la lengua de la
llamada “América latina”. Esa América se
venía llamando América hispana, Hispanoamérica o América española hasta que Adolphe
Thiers, ministro del Interior de Luis Felipe de Orleáns, mandó a Méjico al Sr.
Michel Chevalier, con el fin de recuperar para la “latinidad”, encabezada por
Francia por supuesto, a los países americanos emancipados de España y
Portugal. Esa “latinidad” fue la cabeza
de puente de la intervención de Napoleón III para imponer al emperador
Maximiliano.
La idea era racial e iba dirigida contra la hegemonía anglosajona
en el Nuevo Continente, pero la “raza sajona” aprovecharía el invento, por boca
de Woodrow Wilson, para esgrimirlo
contra el legado hispanocatólico de sus vecinos meridionales. Tanta fortuna hizo la nueva denominación en
ese país que hubo ya en nuestros días un Vicepresidente que confesó que si
hubiera sabido que tenía que viajar tanto a “Latin America”, habría estudiado
latín en la escuela. Un funcionario
francés del servicio exterior, que había
estado destinado en Méjico, me comentaba el amor de los mejicanos por la
cultura francesa pese a su inquina a Napoleón III, y eso me hacía pensar que a
“Napoleón el pequeño” lo odiarían menos si recordaran que fue él quien remató
la operación iniciada por el hispanófobo
Thiers, el mismo que aplastaría luego a la Commune,
de elevarlos a ellos y a sus hermanos de habla española al rango de “latinos”.
Lo de la Hispanidad se le ocurrió en Buenos Aires al
sacerdote vasco don Zacarías de
Vizcarra, y lo del Día de la Raza
también procede de Ultramar, de criollos y mestizos: Rodó, Riva Agüero, Darío,
el “poeta de la Raza”. Otro, como el mejicano Vasconcelos, hablaría de la “raza
cósmica”, que en el fondo era lo mismo. La Exposición Iberoamericana de 1929
influyó en el urbanismo de la ciudad y de entonces data en Sevilla la Avenida
de la Raza. Como la clase política actual, sobre ser decadente, es
ignorante, pensó que eso de Raza resultaba
“fascista” y tuvo la brillante idea de cambiarlo por “Avenida de las Razas”,
algo así como “Avenida de las Identidades Tribales”. 

Mi deuda con la Hispanidad consiste en que, gracias
a ella, me he ganado la vida como traductor de los organismos internacionales,
y en ellos he tenido compañeros bilingües, de castellano y catalán. Entre ellos
había de todo, pero uno de ellos, que llegaría a ser jefe de la sección, al
comentarle yo a comienzos del régimen actual la “normalización” del catalán en
Cataluña, me contestó que eso no bastaba, que había que ir a la
“catalanización” integral, porque el español era una especie de volapuk sin base real impuesto por la
fuerza. Otro, que también llegó a la
cima de nuestra burocracia internacional, me dijo airadamente que el idioma español
se lo habían impuesto a él. A ambos les
dije que qué idioma habían alegado como lengua materna al rellenar la solicitud
de ingreso en la casa, y ambos me contestaron que lo que yo decía era muy
grave. “Más grave es lo que tú haces”, les contesté al uno y al otro.
Ahora que un ministro del Gobierno dice que hay que “españolizar” a los niños de Cataluña, protestan airadamente no ya los “catalanizadores”, sino los del partido responsable de la catástrofe pedagógica de la nación. Y es que el ministro se queda a medio camino, pues tendría que haber hablado de “españolizar” a los niños de todas las regiones de España, embrutecidos por no decir algo peor por cosas como la “Educación para la Ciudadanía”. Mucho se ironiza sobre la “formación del espíritu nacional” cuando sale este tema en las tertulias del cuarto poder, no menos decadente que el tercero, el segundo y el primero. De la Formación del Espíritu Nacional sólo se sabe que era una asignatura prescindible y superflua en tiempos del “régimen anterior”, una asignatura que nadie estudiaba, y bien que se nota.
Wednesday, October 10, 2012
La Hispanidad en Sevilla
Los unos no querían ver la crisis económica y los otros no quieren ver la crisis nacional. A la España invertebrada le urge un trasplante de médula si quiere recuperar la verticalidad.
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Thursday, October 04, 2012
Un centenario inoportuno
Un centenario inoportuno
El 19 de junio de 1912 moría en
Santander don Marcelino Menéndez Pelayo, a la edad de 56 años. España convalecía más mal que bien del Desastre del 98, digno remate de su
calamitoso siglo XIX. El retroceso, un
siglo después, de nuestra patria a un estado de cosas decimonónico, no permitía
augurar que se recordara como es debido a un hombre cuya obra fue un esfuerzo
ingente por rescatar las opciones políticas y religiosas de los siglos XVI y
XVII, detrás de las que alentaba una
manera de ser España que era preciso defender.
Mal podían los consabidos “demonios familiares” concertarse para evocar
a su máximo exorcista. La exhumación del “espíritu de la Guerra Civil” o, mejor
dicho de su espectro, por obra de lo que yo llamo “la memoria senil”, es lo que
sin duda estuvo a punto de expulsar en fechas recientes la estatua de don
Marcelino que aún se yergue al frente de la Biblioteca Nacional, y lo que hace
que los que presiden la disolución de España muestren tan escaso interés por
homenajear a quien tanto empeño y tanto talento puso en defenderla.
La figura de Menéndez Pelayo tiene tal
envergadura que no es preciso siquiera comulgar con los dogmas de los que,
según el poeta Cernuda, estaba “henchido”, para inclinarse ante él. Tengo
noticia de que en la revista mejicana Letras
libres apareció no hace mucho un artículo elogioso sobre don Marcelino
firmado nada menos que por Juan Goytisolo, un heterodoxo a machamartillo. Otro “heterodoxo” que también me sorprendió
hablándome bien de él fue José Angel Valente en la Ginebra de comienzos de los
60. Hay que ser muy ignorante o muy
sectario para despachar como “dogmático” a don Marcelino. Y es que don Marcelino era un hombre de Fe y
a la vez un hombre de Ciencia. El
creyente acata los dogmas de la Verdad revelada. El científico sabe en cambio
que en ciencia las verdades son todas provisionales y revisables. Un caso
egregio es el de Alberto Einstein, que creía más en El que no juega a los dados
que en la propia Relatividad.
Al día siguiente de recibir de manos del
editor el libro MENÉNDEZ PELAYO, GENIO Y FIGURA[i], del que somos autores
César Alonso de los Ríos, José Ignacio Gracia Noriega y el que suscribe, veo en
el suplemento cultural dominical de un periódico nacional un artículo a doble
página titulado Leyenda y desmemoria
en el que en sustancia se dice que “el centenario de Menéndez Pelayo ha pasado
desapercibido” y que “sin su legado no se entiende la Historia intelectual de
España”. Esto mismo me vino a decir
César Alonso de los Ríos en septiembre u octubre del año anterior cuando me
pidió que colaborase con él en el libro susodicho, a lo que accedí de inmediato
ocupándome a mi vez de reclutar un tercer mosquetero en el escritor y
publicista asturiano Gracia Noriega.
El interés de las instancias oficiales
sería nulo, y no tendría nada de
particular que en ello influyera la especie de que don Marcelino había sido
víctima de “un descarado intento de apropiación ideológica por parte de los
vencedores de la Guerra Civil”, como se afirma en el susodicho artículo abecedario. Venía así don Marcelino a compartir la triste
suerte de la religión católica, la unidad nacional, la bandera rojigualda y la
propia institución monárquica, de las que los vencedores de la Guerra Civil
también, por lo visto, “se apropiaron descaradamente”.
La “apropiación ideológica”
de don Marcelino está muy bien estudiada en el documentado trabajo de
César Alonso de los Ríos, a quien se debe la paternidad de la obra, y ello a través de dos de sus grandes
artífices, a saber, Pedro Sáinz Rodríguez y Pedro Laín Entralgo. Los otros dos
también aportamos algo, cada cual desde su perspectiva, con lo que la obra
tiene una saludable variedad, tanta que cabría incluirla en el género que don
Marcelino llamaba de la “amena literatura”. Muy en particular, el trabajo de Gracia
Noriega incluido en este libro permitirá a las nuevas generaciones de españoles
saber quién era en su condición humana y en su dimensión espiritual el gran
compatriota en cuya evocación nos hemos dejado algunos las pestañas. Gracia Noriega dice cosas como éstas: “La
primera impresión que produce acercarse a la “obra gigante” de don Marcelino
Menéndez Pelayo es de estupor”. “La lectura de Menéndez Pelayo es una continua
sorpresa, cuando no un sobresalto.”
España es hoy por hoy es una nación que
no sabe a dónde va y si es que quiere saberlo lo primero que tiene que hacer es
saber de dónde viene. Tres españoles nos
hemos juntado, uno para “rescatar” a Menéndez Pelayo, otro para deslumbrarnos
con su “torrencialidad”, otro para romper “tres lanzas” por él, y así, cada
cual a su manera, dejar constancia de uno de los motivos que podrían tener los
españoles para estar orgullosos de serlo.
El libro por de pronto se va a presentar
en Santander, en Gijón y posiblemente en Pamplona, así como en Sevilla, en el
marco de unos actos menendezpelayistas auspiciados por la Real Academia
Sevillana de Buenas Letras con la colaboración de la Universidad Internacional
Menéndez Pelayo y la Universidad de Villanova, Filadelfia, EE.UU. Aún no se sabe si se presentará en Madrid,
donde el marco idóneo podría ser indistintamente la Biblioteca Nacional o la
Real Academia de la Historia. En la nota editorial del presente libro se dice:
“Entre los pueblos que se enorgullecen de haber tenido compatriotas de
semejante envergadura, no está el español ciertamente solo ni es de esperar que
se quede atrás a la hora de reconocerlo”.
Aún está a tiempo ese pueblo de hacer bueno deseo tan piadoso.
[i] MENÉNDEZ PELAYO. Genio y figura. César Alonso de los Ríos,
Aquilino Duque, José Ignacio Gracia Noriega. Ediciones Encuentro S. A. Madrid, 2012
Etiquetas:
celebraciones,
historia,
homenajes
Wednesday, October 03, 2012
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