Compromisos

Contubernios y compromisos
El conmovedor idilio socialcomunista con el separatismo viene de antiguo. El flechazo inicial data de los sucesos del 34; con la guerra del 36 la relación se formalizó y no dejó de ser borrascosa para deshacerse en la derrota. En los años 60, al amparo del “humo de Satanás” que cegó a gran parte del clero, o a la infiltración de éste por el comunismo de obediencia soviética, único movimiento democrático que disponía de recursos para luchar contra la autocracia, el separatismo se rejuveneció y pasó a la acción directa. Sus proezas fueron aplaudidas por los demócratas de todos los pelajes, cada vez más numerosos, que sobre sus desdichas derramaron lágrimas abundantes y emitieron trémolos de indignación. Cuál no sería el desencanto de muchos de éstos cuando vieron que el separatismo combatía a la democracia igual que a la autocracia que le dio el ser, pero aun así había que guardar las formas, pues al fin y al cabo, el separatismo era parte del sistema y se había jugado el tipo en los últimos años del régimen anterior.
La imprudente e inoportuna llegada al poder de la derecha vergonzante hizo que el socialismo, que era ahora quien tenía la caja de caudales de las siniestras, se radicalizara hasta el punto de entrar en cabildeos con los “chicos de la gasolina” y en alianzas electorales con sus representantes en la partitocracia. Todos sabemos qué pasó entre el 11 y el 14 de marzo de 2004, y a mí lo único que me asombra es el conmovedor interés por parte de los beneficiarios del estrago, una vez pasados los primeros momentos de confusión, por exculpar a los separatistas y negarse a investigar lo que pasó de verdad en aquellos días siniestros. Por lo menos sabríamos en qué consisten esos “compromisos” de que tanto hablan los separatistas.

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