La vejez

El acto de presentación, en la Casa de los Artistas de Sevilla, sita en el Casino de la Exposición, de la edición facsímil de las Poesías de Leopardi traducidas por don Miguel Romero Martínez en los años 20 del pasado siglo, precedidas de un magistral e instructivo estudio sobre el arte de traducir poesía por el profesor Gabriele Morelli, fue acompañado de la presentación de una antología bilingüe del editor de Renacimiento Abelardo Linares, publicada en la colección I poeti della Smerigliana por la editora Valeria di Felice, con la versión italiana a cargo del antólogo Morelli.  Gracias a Valeria, cuya mera presencia fue ya un regalo, pudo oírse la diáfana lengua de Leopardi en la sala, y entre otras cosas aludió la oradora al contraste de lo luminoso y lo sombrío en la poética de Abelardo.  Como quiera que yo fui el presentador del primer libro poético de Abelardo, titulado Mitos, en la Librería “Vértice” de Sevilla hace la friolera de treinta y cuatro años, me vino a la memoria que mi parlamento terminaba más o menos diciendo: “Yo, que busco a tientas la luz, saludo a este joven poeta que camina con paso tan seguro por la oscuridad”. La consecuencia fue que la segunda entrega poética de Abelardo se titularía Sombras.  Recuerdo también que en el nutrido público estaban José Antonio Muñoz Rojas y Soledad Murube, la viuda de Joaquín Romero Murube, muy amiga de Inmaculada, la madre de Abelardo. Precisamente a Soledad Murube le oí decir una vez, para indicar que ciertas cosas a ella no se le escapaban, “yo nací vieja”. Pues eso me viene también a las mientes al ver uno de los poemas de Mitos recogido y traducido por Morelli en esta antología titulada L’unico cielo, en el que me llama la atención algo que entonces pasé por alto, y era la experiencia de la vejez en un joven poeta de veintisiete años, pero que hoy me salta a la vista desde mi “arrabal de senectud”.  También Abelardo “nació viejo”.
 

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