Sevillanos conflictivos
MÁRQUEZ VILLANUEVA
«Lo espantoso de Sevilla -escribía- es que se puede ser feliz en ella, pero con una felicidad biológica que no se alcanza si no se tiene cierta catadura moral y que, ciertamente, no deseo para mí ni para mis amigos»
MUCHAS son las cartas que he escrito y recibido en una vida más bien cosmopolita y tengo o he tenido corresponsales que además han dejado atrás una obra escrita, una obra sobre la que mucho se ha escrito ya o se apresuran a escribir los que los conocen sólo o sobre todo por sus libros. Tal es el caso de Francisco Márquez Villanueva, fallecido en Cambridge de Massachussets en la primavera de 2013.
Nos volvimos a ver al regreso de mi primera salida al extranjero y
fue el primer lector de mi primera novela, un bodrio en el que él creyó
ver influencias de Faulkner. Él seguía en la Universidad, ya en la
Fábrica de Tabacos, como profesor y mano derecha del catedrático López
Estrada. Yo duré poco en Sevilla y anduve de la Ceca a la Meca hasta que
senté la cabeza en Ginebra. De algún modo tuve noticia de la marcha de
Márquez a Estados Unidos y en mis primeras vacaciones en ese país, fui a
Harvard a saludar a conocidos como Juan Marichal y Solita Salinas y no
dejé de preguntar por mi paisano. Me contaron una historia rocambolesca.
Invitado por Harvard, en vista de lo que tardaba el visado de profesor
visitante y convencido de que las altas esferas de la burocracia estatal
y universitaria se habían confabulado para no dárselo, viajó con un
visado de turista de pocas semanas, viéndose obligado a dejar Harvard e
irse al Canadá para reiniciar desde allá los trámites correspondientes.
Al viaje siguiente estaba ya él en Rutgers, entre Princeton y Nueva
York, creo recordar, y conseguimos verlos a él y a María Teresa en un
piso que apenas tenía muebles. Le pregunté por otros españoles en el
mundo académico americano y estuvo tan «ácido», como decimos en Italia,
con todos ellos como con sus colegas sevillanos. También a Marichal me
lo puso de verde y oro y me aconsejó que no me juntara con él. Con
quienes sí se l l evaba bien y además hacía buenas ausencias mías era
con Ricardo Gullón e Ildefonso Manuel Gil. De Rutgers pasó ya de full
professor a la City University de Nueva York, desde donde se ofreció a
echarme una mano para meterme en el mundo académico estadounidense. Otro
hito fue nada menos que Princeton. Nos veíamos en vacaciones e incluso
una vez pasaron, él, María Teresa y l os dos niños que t enían entonces,
un fin de semana con nosotros en casa de mi suegra en Pennsylvania.
Recuerdo que me comentó que Marichal no había tenido más remedio que
expurgar el epistolario de Azaña con su cuñado. Me propuso una
conferencia, que no pude aceptar por viajar en aquellas fechas a la
India. Por fin dio el salto a Harvard, donde heredó nada menos que la
cátedra de Amado Alonso.
Cuando yo decidí repatriarme, él me dijo que no sabía si alegrarse o llorar. «Lo espantoso de Sevilla —escribía— es que se puede ser feliz en ella, pero con una felicidad biológica que no se alcanza si no se tiene cierta catadura moral y que, ciertamente, no deseo para mí ni para mis amigos». Yo le contestaba: «En cuanto a la felicidad, cada cual la entiende según su temperamento. Tan feliz debió de ser Argote de Molina con sus piedras como Francisco de Rioja con sus flores. … En estos días se habla mucho del regreso de don Claudio Sánchez Albornoz y hay que ver cómo se puso cuando se le ocurrió regresar a don Américo.» A buen entendedor...
Aún nos veríamos en Roma, en Isla Cristina y en Harvard. Ya lo contaré otro día.
ABC de Sevilla, jueves 4 de julio de 2013
Cuando yo decidí repatriarme, él me dijo que no sabía si alegrarse o llorar. «Lo espantoso de Sevilla —escribía— es que se puede ser feliz en ella, pero con una felicidad biológica que no se alcanza si no se tiene cierta catadura moral y que, ciertamente, no deseo para mí ni para mis amigos». Yo le contestaba: «En cuanto a la felicidad, cada cual la entiende según su temperamento. Tan feliz debió de ser Argote de Molina con sus piedras como Francisco de Rioja con sus flores. … En estos días se habla mucho del regreso de don Claudio Sánchez Albornoz y hay que ver cómo se puso cuando se le ocurrió regresar a don Américo.» A buen entendedor...
ABC de Sevilla, jueves 4 de julio de 2013
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