La ética de lo obsceno


La ética de lo obsceno
Son legión los literatos que, en cualquier época, no han escatimado medios para hacer carrera, y los recursos de su astucia, llamémosles barojianamente así, superan con mucho a los de que los que tienen Hollywood como meta. Es gente capaz de todo y de la que todo cabe esperar, menos una obra maestra. Su sentido más desarrollado es el del olfato. En una de sus obras, dice Louis-Ferdinand Céline: Ce qui guide toujours le mieux c’est l’odeur de la merde. Con ese olor como brújula, en el que la memoria senil de la que hablo yo se combina con el furor necrófilo de que hablaba Menéndez y Pelayo, más de uno explota la moda del tráfico de cadáveres de nuestra última guerra civil y explica que en efecto existe más documentación gráfica de las atrocidades perpetradas en la zona “leal” o “republicana” que en la “llamada” zona nacional, dado que en aquélla se filmaban y fotografiaban las exhumaciones, las carnicerías, las voladuras, los incendios porque sus autores estaban orgullosos de hacer tabla rasa de un pasado negro, opresor, autoritario y represivo, mientras que las derechas, las muy tunas, ocultaban sus fechorías y las hacían a la sombra, evitando la luz, como enemigas que eran de las luces de la Ilustración. Ese empeño en elevar el crimen a obra de arte tiene unos antecedentes y unas secuelas. Los antecedentes están en toda una estética y una ética que llega desde el marqués de Sade hasta los surrealistas. Las secuelas, en esos adolescentes asilvestrados que impresionan en sus telefonillos portátiles los “actos gratuitos”, que diría Gide, que perpetran a la hora del recreo.

Comentarios

  1. Interesante puntilla a toda esta orwelliana sofística de la contramemoria histérica.

    ResponderEliminar
  2. Siempre es una placer absoluto leerle. A eso mismo me refería hace unos días en mi espacio.

    ResponderEliminar
  3. Como diría el personaje de "Incierta gloria", vamos de lo obsceno a lo macabro.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares