DE RE RUSTICA

Hace pocos días falleció en Sevilla Carmen Sáinz de la Maza, que no llegó a conocer este comentario, destinado al Boletín de la Asociación Sevillana de Amigos de los Jardines y el Paisaje, donde no apareció por fin al cambiar la Junta Directiva.

De re rustica
Una tarde de abril, al salir de los toros, asistí a la presentación de un libro en las oficinas de la Compañía Naviera Ybarra. El autor era un Ybarra, el presentador otro Ybarra, y como los Ybarra no dan puntada sin hilo, un tercer Ybarra regalaba una botella de un rioja, no sé si producido o comercializado por él, a todo aquel que comprase el libro que se presentaba. Nada acompaña mejor a la lectura que un vaso de buen vino; pero un libro que llega a las manos del lector acompañado de una botella de Rioja era ya demasiado para el que como yo, comulga con la literatura en ambas especies, así que no es que no me negara a la propuesta de intervenir en la presentación, sino que la acepté con entusiasmo. No recuerdo lo que dije sobre un libro que, disimulen el italianismo, elogié a scàttola chiusa, porque algo me decía que no era un libro vulgar. Una vez leído el libro, cuyo título es Juanín, el novato y otros relatos de caza, comprendo que me quedé corto en lo que pude decir, ya que mi interés y mi admiración irían a más página tras página. Sólo un experto en caza y pesca como Marcial Ybarra podía hablar con autoridad de la vida silvestre, de la flora y la fauna, incluyendo en esta última a los aficionados a la caña o a la escopeta, de los que nos hace unos retratos y nos cuenta unos lances sumamente divertidos, por no decir cómicos. No estoy muy conforme yo con aquel dilema de Ortega: “O se hace precisión o se hace literatura”. Yo pienso que sólo se hace literatura cuando se hace precisión, y hacer precisión es llamar a cada cosa por su nombre. El léxico de Marcial es riquísimo, trátese del nombre de cada flor o de cada yerba o de los incontables artilugios y modalidades de la pesca y la caza, por no hablar de los cambios del paisaje según el clima y la estación. En cuanto al animal, tanto racional como irracional, Marcial no disimula su identificación con el rústico ni su visión irónica del urbano que suele con harta frecuencia tomar la caza como coartada de escapadas furtivas. Tampoco al furtivo, dicho sea de paso, le tiene mucha ley. Con referencia a otro escritor sevillano he comparado su prosa con el toreo campero, y esta comparación es en todo y por todo aplicable a Marcial; su estilo es claro y directo y demuestra un oído excelente para captar el habla popular, de suerte que sus fallos de sintaxis o ciertas impurezas de vocabulario se le pueden perdonar. Por fallos de sintaxis entiendo el abuso del gerundio y por impurezas el empleo de terminachos impuestos por políticos y periodistas, como “controlar”, en lugar de “situar” o “localizar”. Del relato Juanín, una pieza maestra, habría mucho que hablar, y si no hablo es por no chafarle al lector la sorpresa gradual del relato, en la que poco a poco se va descubriendo la verdadera personalidad del protagonista.
La afición y la sabiduría le vienen a Marcial de casta, es decir, responden a un tipo de educación y a un estilo de vida. Decía Oliver Wendell Holmes – a quien pro domo sua suele citar el marqués de Salvatierra - que la educación de un niño da comienzo cien años antes de su nacimiento. No faltan en el libro alusiones al magisterio paterno, pero por si eso no bastara, viene la madre a reforzar el argumento con otro libro delicioso, que titula Tertulias con el campo, libro muy femenino por todo lo que es masculino el del hijo, pues su tema es la vida diaria de la mujer que se queda en la choza pendiente del puchero o en el cortijo podando los rosales mientras el hombre sale a labrar la tierra o a tirar reses. Esta mujer, Carmen Sáinz de la Maza, condesa viuda de Ybarra, tiene un oído muy fino para captar la gracia metafórica del habla popular, un raro discernimiento para observar costumbres, rutinas, proverbios y prejuicios de la gente del campo, unos envidiables conocimientos botánicos y ornitológicos y una sensibilidad grande ante los cambios inevitables de la vida rural. En ese tipo de vida incidió profundamente la emigración a Europa de los años 60, emigración a la que Carmen rinde homenaje por su aportación fundamental a la prosperidad de toda la nación española. Lo sabroso de los diálogos, la delicadeza de las situaciones, lo pintoresco de los personajes, la inevitable rudeza de las faenas más bucólicas y el lenguaje exacto con que todo ello se expresa son un homenaje, en algún momento explícito, a ese gran libro de vida campestre que es Las cosas del campo, de ese country squire, de ese gentleman farmer que es José Antonio Muñoz Rojas. Pido perdón por estos anglicismos, pero es que son los que mejor definen la condición rural de este hombre en quien Cambridge dejó una huella imborrable.
Estos dos libros están ilustrados con deliciosos dibujos y acuarelas, el de Carmen por ella misma, el de Marcial por su mujer, Natalia Sevilla y por varias sobrinas, de suerte que puede decirse que estos libros son tan empresa familiar como las otras muchas que lleva siglo y medio creando en Sevilla esta ilustre familia de origen vascongado.

Comentarios

  1. Agradecería me indicase si es posible conseguir algún ejemplar del libro de Marcial Ybarra, (Juanin el novato...) , o algún datos que me permita acceder (editorial, ISBN, tfno, etc)

    Gracias

    Felix Jimenez

    sinli@agricolajerez.com

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