Poetas malogrados

Hinojosa
Esta libertad de prensa de que tanto abusamos no es de ayer ni de hoy y desde luego precede a la sanción de la Nicolasa por el actual Jefe del Estado y a la proclamación incluso de éste “a título de Rey”. Eso lo puede comprobar quien consulte las hemerotecas y eche un vistazo a las revistas de la primera mitad del decenio de 1970. Vivía yo entonces en Roma, y una de esas revistas, la más inocua de todas debo decir, la revista Insula, traía varios artículos sobre Federico García Lorca y uno sobre José María Hinojosa. En los primeros, que eran tres o cuatro, se aludía en todos los tonos a las circunstancias en que se produjo la muerte del poeta; en el de Hinojosa se decía simplemente que “falleció en 1936”. Lo firmaba mi entrañable amigo y fiel corresponsal José Luis Cano, secretario de la revista, y no perdí tiempo en ponerle unas letras diciéndole que, en contraste con el granadino, vilmente asesinado en los tres o cuatro artículos sobre él, el malagueño parecía haber muerto en el suyo de muerte natural.
Lo cierto es que las circunstancias de esa muerte no dejarían de pesar en su reconocimiento como poeta, como ya señaló en su día su primo Baltasar Peña Hinojosa. A él y a Alfonso Canales debemos la recopilación de toda la obra del poeta asesinado en Málaga en unión de su padre y su hermano y de otros presos de la cárcel, en represalia- práctica habitual en zona roja - por un bombardeo de la aviación nacional.
Al fracasar el Alzamiento en Málaga, el Gobernador civil pensó que las personas de cierta significación, como eran los Hinojosa, terratenientes de Alameda y militantes del Partido Agrario, corrían menos peligro en la cárcel que en su casa o en la calle, tomada por el populacho. Se hizo, pues, en Málaga, lo mismo que en Madrid, y el resultado fue el mismo; el destino de los presos malagueños también sería por desgracia el de los presos en las cárceles madrileñas. Se ha dicho de Hinojosa, con cierta frívola desenvoltura, que fue comunista. El propio Sebastián Peña escribía: “El Hinojosa liberal, incluso comunistoide, más tarde agrario y tradicionalista, no significa un zigzagueo por una dirección averiada, sino un lógico patinar sobre el suelo resbaladizo que le tocó vivir.” El caso de Hinojosa era parecido al de tantos jóvenes inquietos de su tiempo. Ya dijo alguien en el XIX, y repetía Cánovas, que el hombre que a los veinte años no es revolucionario no tiene corazón, pero si lo sigue siendo a los cuarenta es que no tiene cabeza. Las inquietudes de la juventud de su tiempo no encajaban ciertamente en el medio familiar y social al que pertenecía Hinojosa, y quien dice Hinojosa dice Altolaguirre, Alberti, Lorca, Bergamín y la inmensa mayoría de los que Hinojosa tuvo por amigos. Pero Hinojosa, a diferencia de la mayoría de ellos, era rico por su casa, y así pudo permitirse viajar a Rusia para vivir de cerca el comunismo como ya en París había vivido a fondo el surrealismo. De acompañante o de guía llevaba a Pepe Bergamín, a quien acompañaba su esposa. La impresión no fue ciertamente favorable, y lo que es seguro que la vanguardia literaria le resultó más atractiva que la política. Hizo amistad con todo el que contaba en las vanguardias artísticas y literarias, de Miró a Breton, de Bores a Tzara. Alfonso Canales recuerda la valoración de Hinojosa que hace Guillermo de Torre en su libro sobre las literaturas de vanguardia, a saber, que fue “el único superrealista convicto…; que algo pudo captar de la sede del movimiento, de una manera directa, durante su estancia en París…y que fue un poeta malogrado.”
Hinojosa fue un poeta malogrado en la medida en que también lo fueron Lorca y Alberti y, más que ninguno, Rimbaud. A Lorca lo perjudicó su muerte tanto como a Alberti su longevidad, pero, por mucho que echemos de menos los versos que el uno podía haber escrito y de más los que el otro llegaría a escribir, no es fácil apearlos de su altar. A Hinojosa, siguiendo las noticias y los razonamientos de Canales, lo que lo malogró fue su posición económica. De ella se valió para agasajar a sus amigos poetas y pintores vanguardistas y hasta para ejercer algún mecenazgo, recibiendo en pago, según Canales, desdenes y burlas a sus espaldas, no sólo por su rumbo de señorito andaluz, sino por sus alardes de viajero cosmopolita y de conocedor directo del surrealismo y sus pontífices. Por un lado, Juan Ramón Masoliver escribía sobre él en el Butlletí: “la possesió de dos automòvils no permet gaire subversions” y, por otro, Gerardo Diego saludó la publicación de los poemas en prosa de de La flor de Californía con las festivas Jinojepas de José María Hinojosa. Todo esto lo desengañó bastante y le hizo tomar distancias. Pero es que además, las pìruetas subversivas, que no pasaban de toreo de salón en la balsa de aceite de la Dictadura, se doblarían de militancias políticas con la caída de la Monarquía, e Hinojosa no tuvo más remedio que replegarse sobre los valores de su clase, o sobre sus “privilegios”, por decirlo con el lenguaje de los envidiosos, mientras éstos se lanzaban alegremente por la rampa de la irresponsabilidad y la barbarie.
El primer libro de Lorca publicado en España después de su muerte fue una antología prologada por Luciano de Taxonera en torno a 1945 o 1946 y por ella tuve por fin acceso al legendario poeta. Yo llevaba un diario y anoté: “Sus versos me dan la impresión de un cuadro cubista”. Muchos años después, en el Diccionario de las vanguardias de España, de Juan Manuel Bonet, puedo leer un juicio del profesor Neira sobre Hinojosa, en el que dice que en él son frecuentes “Los procedimientos geométricos, que por analogía pictórica podemos denominar cubistas”. También se le incluye, por su primer libro Poema del campo en la línea post-juanramoniana y neo-popularista. Sin embargo, lo que yo veo, sobre todo en los poemas iniciales, es un conocimiento profundo del hai-kai, cuyo introductor en España fue precisamente un malagueño: Miguel Pisarro.
Yo entiendo que los versos de Hinojosa causaran en su día la misma impresión de perplejidad que en mí, lector de quince años, causaron los de Federico. Hoy, que las vanguardias aquellas son poco menos que centenarias, la perplejidad no ha lugar, pero tampoco el papanatismo, y no es difícil separar el grano de la paja, las voces de los ecos. No hace mucho alguien me comentaba que Dalí tiene grietas y yo le dije que sí, y Picasso socavones. Para mí, el Guernica es una caricatura y Los tres músicos una obra de arte; Max Jacob se conserva bastante mejor que André Breton, y no hay punto de comparación entre Poeta en Nueva York y el Llanto por Ignacio Sánchez Mejías. Cuestión de gustos. En el surrealismo de Hinojosa yo veo una combinación de imágenes oníricas y de impresiones del paisaje expresada con gran rigor formal y un perfecto sentido de la medida poética. Si en algo no parece surrealista es en la falta de concesiones al mal gusto, de rúbrica en ese movimiento. Y conste que uno de los proyectos de Hinojosa, poco antes de su alejamiento del ambiente literario, cada vez más enrarecido, fue el de una revista apoyada por Dalí para la que se barajaron, entre otros títulos, los de Libertinaje y Poesía y destrucción. Esos títulos eran agoreros. No pasaría mucho tiempo sin que más de un poeta quedara malogrado por la destrucción y el libertinaje.

Comentarios

  1. Curiosamente Ínsula, ya sin José Luis Cano, dedicaba hace cosa de un año un monográfico a Hinojosa y a José Mª Souvirón, dos desconocidos para mí hasta que leí ese número. Ahí me enteré de las circunstancias de la muerte del primero, aunque tampoco abundaban en detalles. También descubrí que muchos lo consideran el introductor en España del surrealismo y que algunos de sus contemporáneos lo admitían a regañadientes.

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  2. Anónimo15:02

    Excelente nota, Aquilino.

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  3. Anónimo15:03

    Excelente nota, Aquilino. Me felicito de haber instado a crear la bitácora.

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