Ayer en Cádiz
Véase Diario de Cádiz
Dos novelas gaditanas
En una publicación titulada Cádiz en la narrativa, que debió de salir a finales del decenio de 1970 o comienzos del de 1980, publicó el portuense José Luis Tejada un trabajo bastante completo con el sugestivo título de Cádiz pintoresco en la narrativa de Aquilino Duque. En ese trabajo, hecho cum amore et studio, se daba cuenta de las novelas mías más relacionadas con Cádiz y su Bahía, que no se reducen a las dos que se presentan esta tarde. Tejada, por muchísimos motivos, sabía muy bien de lo que hablaba por estar además en posesión de lo que se entiende por “información privilegiada”, de suerte que daría algunas claves sin incurrir por ello en ninguna indiscreción. Yo no creo que mi literatura sea especialmente cabalística, pues mi finalidad es divertir al lector y mal puede divertir a alguien una prosa o un verso duros de entender. Tejada, como otros literatos de su época y la mía, estaba en posesión de todas y cada una de mis claves, y con él estaba mi éxito asegurado. Pero con el paso de los años, esas claves y los nombres reales que encubren los nombres supuestos ya les dicen muy poco o nada a los lectores de nuevas promociones, y los entes de ficción, y los episodios que protagonizan, han de tener por fuerza peso específico propio al perder toda referencia en la memoria colectiva. Dicen que no hay mejor crítico que el tiempo, y la mayor satisfacción que puede tener un veterano de la literatura es merecer que se le reediten sus pecados de juventud, unos pecados de los que apenan quedan testigos.
En alguna ocasión he llamado a Cádiz “cantera de mi obra” y estas dos novelas que se presentan hoy bien lo acreditan, así como las otras dos de las que también hablaba Tejada: La operación Marabú y La rueda de fuego. La rueda de fuego se abre y se cierra con algo tan gaditano como su Carnaval, y La operación Marabú intenta aproximar Cádiz a otra ciudad marítima como Venecia. En un librito titulado Grandes faenas, editado por la Universidad gaditana, explico mis primeros pasos por la narrativa a partir del suceso que los impulsó, que fue la asistencia a la boda milanesa de Fernando Quiñones en primera fila de barreras, por no decir en el callejón. La fiesta continua de aquellos días milaneses y el espectáculo de una Venecia con el agua alta fueron lo que me permitió imitar con más o menos acierto a los novelistas que admiraba, sobre todo Valle-Inclán y Gabriel Miró. Años más tarde, con tres novelas más y un premio nacional entre pecho y espalda, fue a Baroja a quien me atreví a imitar, y eso sería en Los agujeros negros.
Dice Cervantes en una de sus Novelas ejemplares que los buenos pintores imitan a la naturaleza y los malos la vomitan. Lo mismo cabe decir de los literatos. Y ya que estamos a vueltas con los Agujeros, voy a concluir esta divagación dando lectura a un artículo con el que pretendí propiciar hace un par de años su reedición en Barcelona. Se titula El Planeta de los Simios y dice así:
El Planeta de los Simios
Un entrenador o seleccionador de fútbol hubo de ofrecer excusas y abonar una multa por haber llamado negro a un negro y, como quiera que los jugadores de este color abundan y destacan, el público de los estadios, que se caracteriza por sus modales refinados, suele de vez en cuando hostilizarlos emitiendo a coro alaridos simiescos. Posiblemente para salir al paso de estos casos de xenofobia, el Parlamento nacional da curso a una propuesta de ley encaminada a conceder a los monos los mismos derechos de que disfruta la “ciudadanía”. Hay sin embargo una región española que está no sólo a la cabeza en lo deportivo, sino en la vanguardia en lo político, y esa región es la catalana, de cuya política de inmersión lingüística no se libran ni los monos, pues según dice un responsable del zoo de Barcelona, tiene allá un hermoso gorila al que le está enseñando a hablar en catalán. Un individuo del Parlament barceloní comenta con fina ironía ampurdanesa que es seguro que ese gorila aprenderá el catalán antes que algunos jugadores del Barsa, en clara alusión a los negros que al acercarse a un micrófono prefieren expresarse en castellano. No hay peligro de que este honorable padre de su patria chica, a diferencia del seleccionador susodicho, tenga que ser amonestado o sancionado, pues al ser aforado, no es de los que pagan multas, sino de los que las recaudan, aunque sólo se embolse un tanto por ciento de su cuantía. Pero es que además su equiparación ventajosa de los monos con los futbolistas es de una impecable corrección política, y está en línea con lo aprobado por el Parlamento nacional, según el cual un presunto homo sapiens, sea del color que sea, no tiene por qué considerarse superior y distinto de un primate.
Debo confesar que el caso me interesa y me conmueve desde hace tiempo. Una novela mía, titulada Los agujeros negros, trata precisamente de la reinserción social de un gorila, y de ella extracto el diálogo que sigue en el que el educador del simio se indigna por la decisión de las autoridades de encerrarlo en una jaula del zoo:
- …Es un caso que clama a la conciencia del mundo civilizado. La trata de monos es peor que la trata de negros.
- ¿De monos?
- Sí, de monos; es la terminología de la especie dominante. ¡Qué le vamos a hacer! El llamado homo sapiens no quiere perder sus injustos privilegios y se defiende con palabras; se atrinchera en sus palabras. ¡Lo que es el miedo a la igualdad! Ahora, que esta vez va la cosa en serio. No sabes la que ya hay organizada por ahí. ¡Como se conoce que no sales al extranjero! Genaro es ahora mismo el personaje más popular de toda Europa. Por las paredes de Roma, París y Bruselas hay letreros pidiendo su libertad. Su nombre suena en los parlamentos de Berlín y de Londres. Se hacen colectas que encabezan los reyes de Escandinavia. El Comité de Demócratas Amigos de Genaro tiene ya ramificaciones en todos los países progresivos y ha puesto bombas en los consulados españoles de Ámsterdam, Riga, Maguncia, Budapest, Dresde, Oporto y San Juan de Luz.
Esta novela apareció en Barcelona en 1978 y, como ya no está en el mercado, no sería mala cosa que volviera a publicarse ahora, y de ser posible en catalán, para que pueda leerla ese gorila tan aplicado que tiene en su zoo la bella Ciudad Condal. Y que Planeta la lance creando un premio ad hoc: el premio Planeta de los Simios.
Enhorabuena por esta doble presentación, Aquilino. Ya le dije a Antonio que no podría estar, porque tenía una lectura del CAL en Algar. Espero que tuvieras un gran éxito, como no podía ser menos. Un abrazo.
ResponderEliminarTe eché de menos, pero el CAL manda, quien lo sirve lo sabe.
ResponderEliminarYo ni pude estar ni tampoco tenía CAL con quien cumplir, pero como José Manuel me sumo a los deseos de éxito. Ya lo es el estupendo artículo de Luis Suárez.
ResponderEliminarAbrazo grande.
Cura ut valeas
ResponderEliminarEnhorabuena por la presentación. El Planeta de los simios es el premio que corresponde al centenario de Darwin
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