La Real Maestranza y la República



Hace unos años, la fachada de la Real Maestranza amaneció adornada de banderas de la II República. La Real Corporación tuvo la ocurrencia de encargar su cartel de temporada al cotizado artista Botero y no sé si fue el propio artista o el azar el que pintó de morado el peto del picador. Alertados que fueron los maestrantes, se procedió a la urgente retirada de los carteles y su sustitución por otros en los que el peto era de un azul más o menos celeste. Pocos años después tuve el privilegio de asistir a un acto público, que me dio pie para poner por escrito algunas reflexiones.


La gran fiesta de la concesión de premios de la Real Maestranza de Sevilla a figuras destacadas de la tauromaquia y alumnos sobresalientes de la Universidad tuvo el honor de ser presidida en abril de 2006 por su Hermano Mayor, el actual Jefe del Estado, en un gesto que no creo estuviera previsto en el programa de su Gobierno de festejar los setenta años de la defunción de la Segunda República por parte de todas y cada una de las instituciones de lo que va quedando de la nación española.
Los antecedentes de la Real Maestranza de Caballería están en la Hermandad de San Hermenegildo, fundada en torno a 1248 y puesta bajo la advocación de la Virgen del Rosario en 1573, en homenaje a la batalla de Lepanto, librada el 7 de octubre de 1571. Sin embargo, su acta de nacimiento se fecha en 1670, reinando en las Españas don Carlos II el Hechizado, rey por cierto muy festejado en Méjico, donde nada menos que Sor Juana Inés de la Cruz lo llegó a comparar con Marte, Adonis y Mercurio. Si se piensa que Méjico conserva una estatua ecuestre de Carlos IV y Manila y La Habana sendas, pero a pie, de Fernando VII, habrá que llegar a la conclusión de que la realeza gana con la distancia. No lo entendía así Luis XIV de Francia cuando aconsejó a su nieto, con maquiavélica sabiduría: “Visitad a menudo Cataluña, Aragón y Andalucía”. Felipe V siguió el consejo, sobre todo en lo que a Andalucía se refiere, y a su afición a Sevilla hay que atribuir que bajo su reinado, en 1730, la Maestranza, hasta entonces instituto de la nobleza sevillana, pasara a denominarse Real. Su hermano mayor, que hasta entonces fuera un caballero maestrante, sería en lo sucesivo un infante o un príncipe de la nueva dinastía. El primero fue el infante don Felipe, hijo del Rey y de Isabel de Farnesio, que siguió de hermano mayor aun en su ducado de Parma. Este don Felipe de Borbón Parma, padre por cierto de la castiza esposa de su sobrino Carlos IV, es el Príncipe al que deben su nombre la puerta principal de la Maestranza y el palco que la corona, en cuyo escudo se recuestan dos dioses fluviales: el Betis y el Erídano, es decir, el Guadalquivir y el Po. Al morir el duque de Parma en Alejandría de Italia, su hermano Carlos III, que ya había pasado de Nápoles a Madrid, nombró hermano mayor de la Real Maestranza a su nieto Fernando, el futuro rey, VII de su nombre. La Real Maestranza está, pues, vinculada a la dinastía de Borbón desde su entronización en España, y su lealtad a ella, consignada en sus fórmulas de juramento, la han mantenido los maestrantes en todos los tiempos y en todas las circunstancias. Al fracasar la intentona monárquica del 10 de agosto de 1932, el general Sanjurjo se refugió en un chalet de La Palmera llamado la Casa Blanca, propiedad de la marquesa de Esquivel, esposa, madre y abuela de ilustres maestrantes. En esos años difíciles para los monárquicos, la Maestranza, aun en su semiclandestinidad, no se rindió del todo y de entonces data su actual capilla que, para no provocar a los incendiarios de iglesias, no lo parece por fuera. Tanto en la guerra de Independencia como en la de Liberación, los maestrantes demostraron que a caballo se monta no sólo para torear, sino también para hacer la guerra. Su causa, excusado es decirlo, siempre fue la de su Hermano Mayor, fuera éste el Príncipe de Asturias como en 1808, o el Conde de Barcelona, como en 1936. Un cuñado de éste por cierto, don Carlos de Borbón y Orleáns, tío carnal del Monarca felizmente reinante, figura entre los maestrantes caídos en la guerra contra la República. Entre los retratos al óleo de los maestrantes de todas las épocas había, aunque en lugar discreto, una excepción: el del personaje que hizo posible que la Maestranza volviera a denominarse Real. Ya no está, como es de ley, pues se trata de un personaje del que no quieren saber nada muchos de los que le deben todo.

Comentarios

  1. De hecho los tres partidos politicos,uno ya desaparecido que han gobernado en España son profundamente monarquicos y ese es un tema que defienden a capa y espada.

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  2. En cierto sentido, esta república en clave de farsa coronada, está muy bien representada en su obesidad espiritual, tan "castrata", por el cartel de marras. Sólo falta Alaska con banderillas en la cerviz tomando el lugar del cornúpeta.

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