Todos contentos
Todos contentos
No sabría decir si los debates entre candidatos influyen en los oyentes y les hacen cambiar sus intenciones de voto. Como dijo el parroquiano de una taberna gallega antes de empezar el combate dialéctico, “ya está todo el pescado vendido”, es decir, que cada cual tiene su voto asegurado. De mí sé decir que, cada vez que alguien me pregunta, “¿quién crees que ganará?”, contesto que prefiero que se me pregunte “¿quién quieres que gane?”. La participación del elector no es una cuestión de fe, sino una cuestión de voluntad. Es muy difícil identificarse plenamente con el programa de tal o cual partido, entre otras cosas, porque un partido tiene que seducir a gente de muy diversa condición; de ahí que más que votar por alguien, se vote contra alguien, sobre todo cuando la patria está en peligro y hay que olvidarse frente a él de lo que nos separa de nuestros aliados en los comicios. Para mí, el peligro y la amenaza están en unos partidos que llegaron al poder gracias a la explotación del estrago de Atocha y cuya legislación no ha sido más que el desarrollo de la política antinacional que cabía temer de ese estrago. Esa política se ha desarrollado sin trabas porque cuando la patria se considera “un concepto discutido y discutible”, el delito de “alta traición” hace compañía al de “escándalo público” por ejemplo en el desván de las legislaciones anacrónicas. También es “discutido y discutible” por lo visto el concepto que se tiene de la propia Constitución, a juzgar por el caso que de ella se hace.
Volviendo al debate, mi impresión es que el challenger castigó bastante al actual campeón, aunque sin mandarlo a la lona, y que éste, de haber tenido más pegada, pudo haber colocado un par de golpes eficaces, a saber, cuando le recordó que el anterior Presidente del Consejo llegó a definir a los etarras como “luchadores por la libertad del pueblo vasco” y que la ETA no estaría entonces tan “en las cuerdas” cuando en un primer momento se le atribuyó el “atentado islámico”. Si no insistió fue porque sabía que se arriesgaba en ese tema a recibir ciento por uno.
Si hubo victoria de alguien fue por puntos, pero a ojos de los partidarios respectivos, y de sus tornavoces audiovisuales, ambos triunfaron de modo aplastante, por más que solo uno de ellos, Rajoy, no perdiera ni una sola vez los papeles ni los estribos. El otro los perdió hasta el extremo de que presentó como un logro, sin venir a cuento, la eliminación de la Religión de los planes de estudio, tal vez en un intento desesperado de evitar que parte de la clientela se le vaya al partido de Rosa Díez, que ya cuenta con intelectuales como Savater, y ahora con Vargas Llosa, harto más cinematográfico este último que sus incondicionales beneficiarios del canon digital, a algunos de los cuales citó sin sonrojarse por sus nombres. Yo me sonrojé por él y, de haber estado cerca, le habría dado en la espalda una palmada de consuelo. Tanto más cuanto que, a la hora del cierre, el actual Presidente se despedía con su sonrisa crispada de sus jerarcas cariacontecidos entre las austeras bambalinas del estudio de televisión, un lúgubre decorado que hacía pensar en cierta reciente película sobre un wagneriano ocaso de los ídolos.
No sabría decir si los debates entre candidatos influyen en los oyentes y les hacen cambiar sus intenciones de voto. Como dijo el parroquiano de una taberna gallega antes de empezar el combate dialéctico, “ya está todo el pescado vendido”, es decir, que cada cual tiene su voto asegurado. De mí sé decir que, cada vez que alguien me pregunta, “¿quién crees que ganará?”, contesto que prefiero que se me pregunte “¿quién quieres que gane?”. La participación del elector no es una cuestión de fe, sino una cuestión de voluntad. Es muy difícil identificarse plenamente con el programa de tal o cual partido, entre otras cosas, porque un partido tiene que seducir a gente de muy diversa condición; de ahí que más que votar por alguien, se vote contra alguien, sobre todo cuando la patria está en peligro y hay que olvidarse frente a él de lo que nos separa de nuestros aliados en los comicios. Para mí, el peligro y la amenaza están en unos partidos que llegaron al poder gracias a la explotación del estrago de Atocha y cuya legislación no ha sido más que el desarrollo de la política antinacional que cabía temer de ese estrago. Esa política se ha desarrollado sin trabas porque cuando la patria se considera “un concepto discutido y discutible”, el delito de “alta traición” hace compañía al de “escándalo público” por ejemplo en el desván de las legislaciones anacrónicas. También es “discutido y discutible” por lo visto el concepto que se tiene de la propia Constitución, a juzgar por el caso que de ella se hace.
Volviendo al debate, mi impresión es que el challenger castigó bastante al actual campeón, aunque sin mandarlo a la lona, y que éste, de haber tenido más pegada, pudo haber colocado un par de golpes eficaces, a saber, cuando le recordó que el anterior Presidente del Consejo llegó a definir a los etarras como “luchadores por la libertad del pueblo vasco” y que la ETA no estaría entonces tan “en las cuerdas” cuando en un primer momento se le atribuyó el “atentado islámico”. Si no insistió fue porque sabía que se arriesgaba en ese tema a recibir ciento por uno.
Si hubo victoria de alguien fue por puntos, pero a ojos de los partidarios respectivos, y de sus tornavoces audiovisuales, ambos triunfaron de modo aplastante, por más que solo uno de ellos, Rajoy, no perdiera ni una sola vez los papeles ni los estribos. El otro los perdió hasta el extremo de que presentó como un logro, sin venir a cuento, la eliminación de la Religión de los planes de estudio, tal vez en un intento desesperado de evitar que parte de la clientela se le vaya al partido de Rosa Díez, que ya cuenta con intelectuales como Savater, y ahora con Vargas Llosa, harto más cinematográfico este último que sus incondicionales beneficiarios del canon digital, a algunos de los cuales citó sin sonrojarse por sus nombres. Yo me sonrojé por él y, de haber estado cerca, le habría dado en la espalda una palmada de consuelo. Tanto más cuanto que, a la hora del cierre, el actual Presidente se despedía con su sonrisa crispada de sus jerarcas cariacontecidos entre las austeras bambalinas del estudio de televisión, un lúgubre decorado que hacía pensar en cierta reciente película sobre un wagneriano ocaso de los ídolos.
Estas elecciones están marcadas por la desilusión en muchas personas que votaran en contra del partido que no quieren, mas que en propuestas y soluciones a los problemas ciudadanos.Al final la llave la tendrán los partidos nacionalistas catalanes,vascos y gallegos que serán los autenticos triunfadores del 9 de marzo.Y a los que tanto el pp como el psoe tienen que darles lo que pidan si quieren gobernar,ya que ninguno de los dos sacará mayoría absoluta.
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