La cultura de la muerte

Tanatofilia
Lo que hoy se entiende por “política social” no tiene nada que ver con lo que se llamaba “justicia social”, es decir, las justas reivindicaciones del trabajador explotado. Diluidas estas reivindicaciones en la sociedad sin clases de las democracias igualitarias, máxime en las que son los obreros los que, al menos en teoría, detentan el poder político, la economía pierde peso en la retórica revolucionaria a expensas de una cosa que llaman ética, cultura o progreso, según se encarte, y cuya finalidad no es llenar los estómagos, sino lavar los cerebros. La expresión lavage de cerveau (lavado de cerebro) vino a sustituir, en Francia al menos, a la expresión bourrage de crâne (relleno de cráneo), operación en la que rayaron a gran altura las “vanguardias del proletariado”, una de las cuales, la china, la llamaría nada menos que “revolución cultural”. Esa “revolución cultural” acabaría por imponerse en Occidente a partir del mayo francés de 1968 y hoy se imponen sus dogmas en nombre de la llamada “corrección política”. A tenor de la “corrección política” de esa “revolución cultural”, la “política social” se reduce a una cultura de la muerte, orientada a mantener a raya la demografía del planeta y a erradicar determinadas culturas; de ahí que la “política social” se cifre en el aborto, la eutanasia y el amor estéril. No señalo a nadie en particular. El Tribunal Constitucional de la República Federal de Alemania, cuya sede está o estaba en Karlsruhe, celebró el cincuentenario de su creación congratulándose de haber legalizado el aborto y hecho retirar el crucifijo de las escuelas.

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