Una víctima del Progreso
El sesmo de Bernardo Víctor
Bernardo Víctor Carande acometió en su vida muchas empresas; quiso ser agricultor, literato, fotógrafo, pintor y padre de familia, y en todas ellas tuvo, como tenemos todos, aciertos y fallos. Siempre el éxito nos viene por donde menos lo esperamos y a él le vino por sus hijos: dos hembras y un varón, una funcionaria internacional y dos latinistas. Entre los tres se han puesto a la tarea de recordar a su padre de la mejor de las maneras: dando a la estampa muchos de los escritos que dejó al morir aburrido de la vida, él que con tan buen pie había entrado en ella.
No es este libro, Extremadura sesmo a sesmo, con un título muy a lo Eugenio Noel, el primero que sacan tras su muerte, pero es tal vez hasta ahora el más simpático y logrado. A Victoria, que vive en Luxemburgo o en Bruselas y que ya editó las bellas memorias de su abuela María Rosa de la Torre, se debe la bonita viñeta de la portada, con su rojo de tejas y su verde de encina y su blanco de cal con sombra azul; de Rocío la latinista es el prólogo, más que emocionante, y en cuanto al otro latinista, Manuel, que profesa en un instituto del bantustán galaico, me figuro que debe de estar dándole vueltas a la idea de traducir el libro al portugués macarrónico impuesto por los hijos de Breogán.
Bernardo Víctor ha oído las campanas de la Ilustración y leído mucho a los del 98 y, enamorado de la tierra que le cupo en suerte, Extremadura, le dedica unos breves y amenos comentarios aparecidos con periodicidad rigurosa en un diario de Badajoz. Esos comentarios los comparte Extremadura con Portugal y con la Sierra de Aracena, ya que el sesmo en que vivía y soñaba Bernardo Víctor era un sesmo ideal a caballo entre Portugal, Extremadura y Andalucía. Uno de los comentarios consiste en establecer Comparaciones entre portugueses y españoles en los que, con toda la razón, nosotros salimos perdiendo. “Se llega uno a Portugal y las carreteras tienen…árboles.( …) Se entra en un bar y… no tienen la tele puesta… Tampoco los clientes hablan a gritos…Los portugueses…son…amables. (…) Hasta mantienen la costumbre, ya perdida a este lado de la frontera, de celebrar los domingos.” En cuanto a las figuras del paisaje, lo mismo alterna un gañán de cortijo con un erudito local que Columela con Bienvenida el Papa Negro, que Arias Montano con Emilio García Gómez o Miguel Torga con Leopardi. Leopardi llega de la mano de su traductor sevillano don Miguel Romero Martínez, como llega Godoy de la de quien esto escribe, a propósito del obelisco que mandó erigir en la colina romana del Celio.
A Bernardo Víctor le preocupa el que el español en general y el extremeño en particular no sea aficionado a la lectura, y a este respecto se hace eco de unas opiniones del poeta José Ángel Valente en El País que sin embargo se refieren menos a los que no leen libros que a los que los escriben, de los que dice: “…a mí me impresiona mucho la domesticación de la clase intelectual de este país. Están temiendo decir las cosas por si no les hacen académicos o no les dan este u otro premio… Y así hemos llegado hasta la Generación Loewe… Entre unos y otros hicieron que la literatura se convirtiera en algo negociado donde lo que se pactaba era la inclusión en antologías”. No es mal diagnóstico del conformismo de los intelectuales orgánicos de la democracia, entre los que Valente por cierto tuvo vara alta mientras vivió. Bernardo Víctor tenía pues más motivos que Valente para hacer suyas esas opiniones, pues no puede decirse que la democracia correspondiera al amor que sentía por ella, un amor que le hacía proclamarse afrancesado, amadeísta, ruizzorrillesco, adorar a Godoy y añorar a la UCD. El cree que los “males de la patria”, que diría don Lucas Mallada, se curan con “cultura y educación”. No estoy yo mismo libre de culpa; también yo he llegado a pensar que antes de decir “un hombre, un voto”, se debería decir “un hombre, un libro”. De abrirme los ojos se encargaría el padre de Bernardo Víctor, don Ramón, cuando dijo aquello de que “al pueblo español hay dos cosas que no le gustan: que lo eduquen y que lo hagan trabajar.”
Son muchas las reticencias sin embargo las que este progresista en el sentido convencional del término abriga frente al progreso, que no resultaría muy compatible con su ideal de apacible vida de agricultor ilustrado, reconvertido a palos, como el médico de Molière, en empresario que ya no espera que llueva, sino que lleguen subvenciones. De ahí que haga suyos también los versos de Leopardi traducidos por Unamuno: "Mírate aquí y estúdiate,/ siglo soberbio y necio...Te jactas del retorno / y lo llamas progreso."
Dudo mucho que este libro tan bellamente editado tenga la difusión que merece, y no porque en Extremadura haya más o menos afición a la lectura, sino por el carácter oficial de su sello editorial: la Editora Regional de Extremadura, dependiente de la Consejería de Cultura y Turismo de la Junta de Extremadura. En general estas entidades, a las que hay que sumar las Cajas de Ahorro y Montes de Piedad, Paz y Perdón, no se molestan en distribuir y promocionar los libros que publican. Ojalá esta obra sea la excepción. Nunca he deseado tanto equivocarme en un pronóstico.
Bernardo Víctor Carande acometió en su vida muchas empresas; quiso ser agricultor, literato, fotógrafo, pintor y padre de familia, y en todas ellas tuvo, como tenemos todos, aciertos y fallos. Siempre el éxito nos viene por donde menos lo esperamos y a él le vino por sus hijos: dos hembras y un varón, una funcionaria internacional y dos latinistas. Entre los tres se han puesto a la tarea de recordar a su padre de la mejor de las maneras: dando a la estampa muchos de los escritos que dejó al morir aburrido de la vida, él que con tan buen pie había entrado en ella.
No es este libro, Extremadura sesmo a sesmo, con un título muy a lo Eugenio Noel, el primero que sacan tras su muerte, pero es tal vez hasta ahora el más simpático y logrado. A Victoria, que vive en Luxemburgo o en Bruselas y que ya editó las bellas memorias de su abuela María Rosa de la Torre, se debe la bonita viñeta de la portada, con su rojo de tejas y su verde de encina y su blanco de cal con sombra azul; de Rocío la latinista es el prólogo, más que emocionante, y en cuanto al otro latinista, Manuel, que profesa en un instituto del bantustán galaico, me figuro que debe de estar dándole vueltas a la idea de traducir el libro al portugués macarrónico impuesto por los hijos de Breogán.
Bernardo Víctor ha oído las campanas de la Ilustración y leído mucho a los del 98 y, enamorado de la tierra que le cupo en suerte, Extremadura, le dedica unos breves y amenos comentarios aparecidos con periodicidad rigurosa en un diario de Badajoz. Esos comentarios los comparte Extremadura con Portugal y con la Sierra de Aracena, ya que el sesmo en que vivía y soñaba Bernardo Víctor era un sesmo ideal a caballo entre Portugal, Extremadura y Andalucía. Uno de los comentarios consiste en establecer Comparaciones entre portugueses y españoles en los que, con toda la razón, nosotros salimos perdiendo. “Se llega uno a Portugal y las carreteras tienen…árboles.( …) Se entra en un bar y… no tienen la tele puesta… Tampoco los clientes hablan a gritos…Los portugueses…son…amables. (…) Hasta mantienen la costumbre, ya perdida a este lado de la frontera, de celebrar los domingos.” En cuanto a las figuras del paisaje, lo mismo alterna un gañán de cortijo con un erudito local que Columela con Bienvenida el Papa Negro, que Arias Montano con Emilio García Gómez o Miguel Torga con Leopardi. Leopardi llega de la mano de su traductor sevillano don Miguel Romero Martínez, como llega Godoy de la de quien esto escribe, a propósito del obelisco que mandó erigir en la colina romana del Celio.
A Bernardo Víctor le preocupa el que el español en general y el extremeño en particular no sea aficionado a la lectura, y a este respecto se hace eco de unas opiniones del poeta José Ángel Valente en El País que sin embargo se refieren menos a los que no leen libros que a los que los escriben, de los que dice: “…a mí me impresiona mucho la domesticación de la clase intelectual de este país. Están temiendo decir las cosas por si no les hacen académicos o no les dan este u otro premio… Y así hemos llegado hasta la Generación Loewe… Entre unos y otros hicieron que la literatura se convirtiera en algo negociado donde lo que se pactaba era la inclusión en antologías”. No es mal diagnóstico del conformismo de los intelectuales orgánicos de la democracia, entre los que Valente por cierto tuvo vara alta mientras vivió. Bernardo Víctor tenía pues más motivos que Valente para hacer suyas esas opiniones, pues no puede decirse que la democracia correspondiera al amor que sentía por ella, un amor que le hacía proclamarse afrancesado, amadeísta, ruizzorrillesco, adorar a Godoy y añorar a la UCD. El cree que los “males de la patria”, que diría don Lucas Mallada, se curan con “cultura y educación”. No estoy yo mismo libre de culpa; también yo he llegado a pensar que antes de decir “un hombre, un voto”, se debería decir “un hombre, un libro”. De abrirme los ojos se encargaría el padre de Bernardo Víctor, don Ramón, cuando dijo aquello de que “al pueblo español hay dos cosas que no le gustan: que lo eduquen y que lo hagan trabajar.”
Son muchas las reticencias sin embargo las que este progresista en el sentido convencional del término abriga frente al progreso, que no resultaría muy compatible con su ideal de apacible vida de agricultor ilustrado, reconvertido a palos, como el médico de Molière, en empresario que ya no espera que llueva, sino que lleguen subvenciones. De ahí que haga suyos también los versos de Leopardi traducidos por Unamuno: "Mírate aquí y estúdiate,/ siglo soberbio y necio...Te jactas del retorno / y lo llamas progreso."
Dudo mucho que este libro tan bellamente editado tenga la difusión que merece, y no porque en Extremadura haya más o menos afición a la lectura, sino por el carácter oficial de su sello editorial: la Editora Regional de Extremadura, dependiente de la Consejería de Cultura y Turismo de la Junta de Extremadura. En general estas entidades, a las que hay que sumar las Cajas de Ahorro y Montes de Piedad, Paz y Perdón, no se molestan en distribuir y promocionar los libros que publican. Ojalá esta obra sea la excepción. Nunca he deseado tanto equivocarme en un pronóstico.
Sobre lo de estudiar y trabajar en los españoles hay como todos.Pienso entre los muchos que han tenido que abrirse camino con trabajo y estudio,como todos aquellos que no tienen la fortuna del derecho de sangre.Y más en un país en que las oportunidades de abrirse camino son mas complicadas que en otras naciones del entorno.Desde aqui un saludo a los españoles que han tenido que emigrar fuera de su país a trabajar,y son lectores asiduos de este blog
ResponderEliminarTe agradezco, Aquilino, tu elogiosa y sentida reseña y te mando un cariñoso saludo desde las antípodas ibéricas y desde tantas otras antípodas que nos unen y nos separan...
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