La derecha al derecho
La derecha tiene derecho
Enrique García-Máiquez
DICEN que tras la caída del Muro de Berlín no tiene sentido hablar de derechas ni de izquierdas. Ya, pero la caída del Muro debería crearle problemas (y no sólo terminológicos) a la izquierda. No a una derecha (Reagan, Thatcher) que contribuyó a esa caída, liberando a millones de personas de las garras del materialismo. Voy a hablar de la derecha, para entendernos, como ese espacio donde se agrupan y en cierta medida se confunden democristianos, liberales, conservadores e, incluso, reaccionarios.Toca hacerlo porque la crisis del PP nos la venden como un enésimo viaje desde la derecha hacia el centro. Yo no me lo creo. Lo de ganar el centro es una cosa antigua, muy practicada aún por Gallardón, que consiste en tratar de seducir, aprovechando que a la legítima se la tiene en casa, a la base social del prójimo. Implica una renuncia a convencer a nadie, y dos peligros: que la seducible no se deje y que la legítima te deje, harta de engaños.Algo harta está, como demuestran las bajas de afiliados y el desencanto de los simpatizantes del PP. En realidad, más que la solución de la crisis, este giro al centro ha sido el desencadenante. El nuevo PP, que el viejo Rajoy quiere seguir liderando hasta que la muerte los separe, ha eliminado de su ponencia política la mención al humanismo cristiano y no se llama a sí mismo de centro-derecha, sino de centro reformista, progresista, etc. O sea, que a la derecha no se le deja ni un rinconcito. Esto supone nada menos que interiorizar la presión social, mediática, cultural y política que vivimos en España contra una opción tan respetable como la que más, y que se impone en Europa (Merkel, Sarkozy). En el fondo se trata de una maniobra desesperada de Rajoy para mantener el liderazgo del PP, haciendo pagar a la derecha, como cordero expiatorio, la culpa de la derrota electoral del 9 de marzo.No saldrá bien porque el pensamiento de derechas es hoy muy sólido, porque sus bases sociales están movilizadas y, sobre todo, porque en democracia las ideas buscan su representación política, como ha demostrado Rosa Díez por la otra banda. Si el PP se niega a albergar en su seno a la derecha, se quedará sólo con el centro, sea eso lo que sea. En un sistema parlamentario, los partidos deben estar para representar a los ciudadanos, no para aupar al líder a cualquier precio. Rajoy alega que si no se cambia, si no se le cae bien a los nacionalistas y se pacta con ellos, no se va a ningún sitio. Algunos nos conformamos con que nos dejen estar en nuestro sitio. La derecha, ganando o en la oposición, junto al centro o por libre, tiene derecho a existir.
(Diario de Sevilla)
Enrique García-Máiquez
DICEN que tras la caída del Muro de Berlín no tiene sentido hablar de derechas ni de izquierdas. Ya, pero la caída del Muro debería crearle problemas (y no sólo terminológicos) a la izquierda. No a una derecha (Reagan, Thatcher) que contribuyó a esa caída, liberando a millones de personas de las garras del materialismo. Voy a hablar de la derecha, para entendernos, como ese espacio donde se agrupan y en cierta medida se confunden democristianos, liberales, conservadores e, incluso, reaccionarios.Toca hacerlo porque la crisis del PP nos la venden como un enésimo viaje desde la derecha hacia el centro. Yo no me lo creo. Lo de ganar el centro es una cosa antigua, muy practicada aún por Gallardón, que consiste en tratar de seducir, aprovechando que a la legítima se la tiene en casa, a la base social del prójimo. Implica una renuncia a convencer a nadie, y dos peligros: que la seducible no se deje y que la legítima te deje, harta de engaños.Algo harta está, como demuestran las bajas de afiliados y el desencanto de los simpatizantes del PP. En realidad, más que la solución de la crisis, este giro al centro ha sido el desencadenante. El nuevo PP, que el viejo Rajoy quiere seguir liderando hasta que la muerte los separe, ha eliminado de su ponencia política la mención al humanismo cristiano y no se llama a sí mismo de centro-derecha, sino de centro reformista, progresista, etc. O sea, que a la derecha no se le deja ni un rinconcito. Esto supone nada menos que interiorizar la presión social, mediática, cultural y política que vivimos en España contra una opción tan respetable como la que más, y que se impone en Europa (Merkel, Sarkozy). En el fondo se trata de una maniobra desesperada de Rajoy para mantener el liderazgo del PP, haciendo pagar a la derecha, como cordero expiatorio, la culpa de la derrota electoral del 9 de marzo.No saldrá bien porque el pensamiento de derechas es hoy muy sólido, porque sus bases sociales están movilizadas y, sobre todo, porque en democracia las ideas buscan su representación política, como ha demostrado Rosa Díez por la otra banda. Si el PP se niega a albergar en su seno a la derecha, se quedará sólo con el centro, sea eso lo que sea. En un sistema parlamentario, los partidos deben estar para representar a los ciudadanos, no para aupar al líder a cualquier precio. Rajoy alega que si no se cambia, si no se le cae bien a los nacionalistas y se pacta con ellos, no se va a ningún sitio. Algunos nos conformamos con que nos dejen estar en nuestro sitio. La derecha, ganando o en la oposición, junto al centro o por libre, tiene derecho a existir.
(Diario de Sevilla)
La Thatcher y Reagan salvaron a los países del Este del comunismo totalitario, pero no del materialismo, que sustituyeron por otro, por este en el que Occidente chapotea como un guarro en una charca.
ResponderEliminarAquilino, muchísimas gracias por colgar en tu blog mi artículo. Y también por hacerme esa puntualización. Yo creo, sin embargo, que la Thatcher y Reagan proponían un rearme moral. Otra cosa es que este Occidente no aceptara la propuesta.
ResponderEliminarLo unico que hay es sociedad de consumo y los ciudadanos clientes.No creo que exista rearme moral sino globalización y poder de las multinacionales.eL rearme moral se refiere a la influencia de los evangelicos,abiertamente anticatolica, en la politica estadounidense pero sin tocar para nada el tema de politicas sociales.
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