60 años no es nada








N. B.  El miércoles 11 de mayo de 1955 leí la versión inglesa del texto que antecede en el Junior Parlour de Trinity Hall, Universidad de Cambridge. Conservo el original inglés a mano y a máquina, con el que me ayudaron bastante Thirza Bland, de Newnham College, y John Lockwood, de Trinity Hall como yo.  De las ilustraciones musicales se ocupó mi acompañante en estos trances, Philip Harber, "Niño de Birmingham", aunque esta vez no como guitarrista, sino como disk jockey. Otro colegial de T. H., Adrian Taylor, fallecido en enero del pasado año, se presentó disfrazado de eclesiástico con  una toga prestada por el Rvdo. Chadwick, capellán anglicano, y un bonete que le prestó Mgr. Gilbey, capellán católico con sede en la Fisher House, y una espesa barba negra procedente del  Amateur Drama Centre.  Con voz tonante y engolada Adrian refutó cuanto dije y todos juntos nos marchamos en procesión a la Alexandra House, que estaba en Petty Cury y donde no cabía un alma. El original en castellano no lo veía desde que hace la friolera de sesenta años se lo mandé a La Habana a José Rodríguez Feo, para su revista CICLÓN, y hasta hoy no lo he vuelto a ver gracias a mi amigo y librero Abelardo Linares, que lo tiene en esa mezcla de cueva de Alí Babá y Gruta de las Maravillas que es la nave de la Editorial Renacimiento en Valencina de la Concepción.

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