De corresponsal a correspondiente
MANOLITO GUILLÉN (I)
-¿A qué no sabes qué falta tiene este coche?
Esa ha sido la bobada más bobada de todas las bobadas que los zangolotinos han
dicho en Sevilla de toda la vida. La respuesta: -Que va en contramano. Que es
la perogrullada más perogrullada de todas las perogrulladas que los galopines
han pronunciado en la Sevilla de toda la vida de Dios. Porque, de
toda la vida de Dios, es lo que se conoce desde que uno tiene uso de razón, e
incluso de mucho más atrás. Se trata del coche "Studebaker" que está
en el mural de cerámica pintado por Enrique de Orce, en plena calle Tetuán, en
la fachada del "The Sport" de Manolito Guillén.
"The Sport" era, hasta los años 1970 largos, una especie
de bar misógino, interracial e interclasista que existió con gran
éxito en la calle Tetuán, esquina y vuelta a la calle Tetuán, porque hacía un
"martillo". O sea que tenía dos fachadas a la propia calle Tetuán. En
la principal, su puerta, su cristalera y, en medio, el anuncio del coche
"Studebaker" en el que iban distinguidas señoritas de los veinte, con
un "chauffeur" de uniforme, gorra y polainas, de los veinte, todo
rodeado de flores y cráteras paradisíacas y, en un pedestal, como ajeno al
cotarro, el “pensador” de Rodin. En la otra fachada, tan sólo una puerta
y, sobre las dos, dos letreros en cristal pintados de azul oscuro,
con las letras doradas, en los que campeaba el nombre comercial:
"The Sport". En el interior, la estantería de madera, barnizada,
oscura con botellas de marcas bajoandaluzas, jerezanas, portuenses y
sanluqueñas, que presidía el local. Delante, una barra a tres
bandas, con su reposapiés y su reposacodos de metal, impecablemente
brillantes. Un zócalo de madera y acaso seis mesas con cuatro sillas cada una
de madera con asientos tapizados de guatapercha, completaban el
mobiliario.
En uno de los paramentos, el vertical a la fachada principal, estaba
colgada, enmarcada una reproducción del cuadro de la feria de Sevilla de
Valeriano Bécquer que había en la calle San José en casa del Conde
de Ybarra.
La casa tenía un bárman, con el pelo
envidiablemente blanco y cuidado, vestido chaqueta blanca y corbata negra sobre
la que llevaba un alfiler con el hierro de la ganadería de Don Fernando
de la Cámara y Gálvez, uno de los asiduos visitantes del local, el
hierro que Vd. habrá visto, al ir para Sevilla, por la autopista sobre un hito,
encalado, rematado por una veleta, justo en el sitio donde está el límite del
ombligo del universo mundo. Fernando Villalón, anterior propietario de la finca
y amigo de Fernando de la Cámara , al que dedicó un poema
de su "Andalucía La Baja ", ya lo había dicho: "El
mundo se divide en dos partes: Cádiz y Sevilla". Eran su espacio vital, su
horizonte estético y el solar donde se forjan las manifestaciones que, con
razón o sin ella, pasan por se la carátula tópica de la españolidad.
Había, en "The Sport", además, un limpiabotas gitano,
de la Cava de Triana, pariente de Cagancho y de El
Bengala.
Pues el dueño de todo ese tinglado, afiliado
al Sindicato vertical de Hostelería, Cafés, Bares y Similares, fue Manolito
Guillén, portuense, descendiente de portuenses, del que otro día hablaré.
Luis Suárez
Ávila.
MANOLITO GUILLÉN (II)
Quedamos en que Manolito Guillén era de El
Puerto. Manolito Guillén presumía de ser de El Puerto y de veranear, en tiempos
de su padre, en El Puerto. Quedamos en que Manolito Guillén era dueño de
"The Sport", que dicho en cristiano era "Elespó", sito
en calle Tetuán, esquina y vuelta a Tetuán, en Sevilla. Quedamos en que
"Elespó" era una especie de Bar, más bien un club misógino,
donde la presencia de mujer alguna estaba vedada. Tan es así que no había,
"verbigratia", ni una foto de la Macarena , ni de la
Virgen de los Reyes. En una pared, colgaba un cuadro con la fotografía de
" La Feria de Sevilla" de Valeriano Bécquer que estaba en
el palacio del Conde de Ybarra en la calle San José. Nada más. Allí
paraba la flor y nata de Sevilla, mezclada con la torería andante. A título de
ejemplo citaré a Fernando de la Cámara , a Armando Soto,
aManolínEsquivias, a Paco Lena Pacheco, a Eduardo Miura, a Félix Moreno
de la Cova , a Eloy Domínguez Rodiño, a José María
Gutiérrez Ballesteros, Conde de Colombí, a... y a Luis Fuentes Bejarano,
que murió nonagenario de hacer el paseíllo desde su casa a "Elespó",
porque nunca perdió el porte y los andares de torero; a Diego Puerta,
a Almensilla...
-¡Tu mujer!, decía cualquiera. Y es que las
señoras, como no podían entrar en "Elespó", se paseaban prudente y
despaciosamente, por la acera de enfrente, para ser vistas por sus maridos,
cuando salían de misa de una, o sea a las dos, del Santo Ángel o de la
Capillita de San José. -¡Tu mujer! era la señal inequívoca de que el
parroquiano de "Elespó" tenía que abandonar sumisamente su asiento de
gutapercha, pagar la consumición y salir pitando para adelantar e incorporarse
a la vera de su mujer que marchaba, como si nada, o camino de la Plaza
Nueva , o camino de La Campana.
Manolito Guillén fue un empresario atípico,
es decir, que no dobló el espinazo en su vida. Siempre, impecablemente vestido
de traje y corbata, fue empresario "de sentado", o sea
"de visu", que "el ojo del amo, engorda al caballo".
No obstante lo cual y, como allí paraba gente de infuencia, a alguno se le
ocurrió encabezar pliegos para que a Manolito se le concediera la Gran
Cruz al Mérito en el Trabajo y, como la cosa cundiera y trascendiera y las
firmas fueran a más, llegó aprobada del Ministerio y Manolito, sin saberse
cómo, tuvo sobre su pecho la Gran Cruz.
A mí, un día aciago de la década de los
setenta, requerido por Manolito, vehementemente instado por Pepe,
el Bárman, porque aquella tarde jugaba El Betis y Pepe era
del Betis, me tocó levantar el acta del cierre de
"The Sport", mientras los asistentes lloraban
"superfluminemBabiloniae", como los israelitas, viéndose desvalidos
de un lugar de reunión. Decidieron ir a reunirse a "Los 40" y
acabaron en "Lo de Brageli". Al fin, terminaron disueltos,
como azucarillo en café, y hoy quedan muy pocos para contarlo. Lo que
digo.
Luis Suárez
Ávila
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