Efemérides agoreras
El lunes 21 de mayo me encontraba en Cádiz, en un acto conmemorativo de la Constitución de 1812, en el Oratorio de San Felipe Neri, lugar de nacimiento de La Pepa. El arzobispo de Sevilla, al clausurar el acto, que fue brillante, mencionó entre otras cosas que el año próximo se van conmemorar los cincuenta años del Concilio Vaticano II, y no sé por qué di en pensar que ciertas efemérides tienen algo de agorero. Y es que me vino a la mente el segundo centenario de la Revolución Francesa, que vino a coincidir con la caída del Muro de Berlín y la liquidación de la Revolución Rusa. La Revolución, uno de los dogmas de la Modernidad, resultaba indefendible, vistos los resultados de su último avatar, y entre los propios franceses no fueron pocos los que hicieron de ella juicios negativos. El Presidente Mitterrand salió del paso con una especie de Carnaval de luz y sonido y una Marsellesa con coreografía de Las Indias galantes.
El segundo centenario de La Constitución del 1812, llamada La Pepa porque se proclamó el día de San José, llega en un momento en que la Constitución de 1978, que yo llamo La Nicolasa por haberse votado el día de San Nicolás, no goza lo que se dice de buena salud. Decía Carl Schmitt que un camello es un caballo hecho por un parlamento. Alguna vez he comparado a La Nicolasa
con un camello, cuya joroba, su título VIII, lleva todas las trazas de degenerar en tumor canceroso. También la he comparado con aquella machadiana “guitarra de mesón, que hoy suenas jota/ mañana petenera”, según quien sea el arriero que la descuelgue del clavo y la toquetee con sus sucias manos. También con el lecho de Procusto, en el que España sólo cabe si se le amputa un par de miembros. Precisamente en estos días, dos de esos miembros, en avanzado estado de gangrena, planean un golpe de efecto en la propia capital de la nación con ocasión de la final de la Copa del Rey. Ese desplante no es más que el remate espectacular de una larga serie de insolencias de los cabecillas separatistas, toleradas, consentidas o fomentadas por el Gobierno nacional de turno. Ya sé que hay excepciones en la clase política, pero esas excepciones tienen nombres y apellidos y se cuentan con los dedos de una mano. Dos de esas excepciones son hombres: Vidal-Quadras y Mayor Oreja, prueba de que hay muy buenos españoles en Cataluña y en Vascongadas, pero hoy quiero destacar a dos mujeres, que como ya he dicho alguna vez, demuestran tener lo que hoy les falta a la mayoría de los españoles, emasculados por los que Marías llamaba “los medios de confusión”. Hablo de Esperanza Aguirre y Rosa Díez. A Esperanza Aguirre se le han echado encima como fieras no ya sus adversarios de siempre, sino los medios de confusión en general y hasta sus compañeros de partido, como el pobre hombre que está a su frente en las Provincias Vascongadas. Y es que llueve sobre mojado, porque ha sido ella la que desde la mayoría parlamentaria ha dicho lo que la otra viene repitiendo desde su escaño solitario: que los impopulares e inevitables recortes tienen que empezar por las fementidas autonomías, sin hacer distinciones entre las históricas, a las que yo llamo histéricas, y las del café para todos, a las que llamo menopáusicas.
(Algo de lo que voy a leer esta tarde en el Real Círculo de Labradores de Sevilla en la presentación del libro de Jesús Laínz Desde Santurce a Bizancio )
El lunes 21 de mayo me encontraba en Cádiz, en un acto conmemorativo de la Constitución de 1812, en el Oratorio de San Felipe Neri, lugar de nacimiento de La Pepa. El arzobispo de Sevilla, al clausurar el acto, que fue brillante, mencionó entre otras cosas que el año próximo se van conmemorar los cincuenta años del Concilio Vaticano II, y no sé por qué di en pensar que ciertas efemérides tienen algo de agorero. Y es que me vino a la mente el segundo centenario de la Revolución Francesa, que vino a coincidir con la caída del Muro de Berlín y la liquidación de la Revolución Rusa. La Revolución, uno de los dogmas de la Modernidad, resultaba indefendible, vistos los resultados de su último avatar, y entre los propios franceses no fueron pocos los que hicieron de ella juicios negativos. El Presidente Mitterrand salió del paso con una especie de Carnaval de luz y sonido y una Marsellesa con coreografía de Las Indias galantes.
El segundo centenario de La Constitución del 1812, llamada La Pepa porque se proclamó el día de San José, llega en un momento en que la Constitución de 1978, que yo llamo La Nicolasa por haberse votado el día de San Nicolás, no goza lo que se dice de buena salud. Decía Carl Schmitt que un camello es un caballo hecho por un parlamento. Alguna vez he comparado a La Nicolasa
con un camello, cuya joroba, su título VIII, lleva todas las trazas de degenerar en tumor canceroso. También la he comparado con aquella machadiana “guitarra de mesón, que hoy suenas jota/ mañana petenera”, según quien sea el arriero que la descuelgue del clavo y la toquetee con sus sucias manos. También con el lecho de Procusto, en el que España sólo cabe si se le amputa un par de miembros. Precisamente en estos días, dos de esos miembros, en avanzado estado de gangrena, planean un golpe de efecto en la propia capital de la nación con ocasión de la final de la Copa del Rey. Ese desplante no es más que el remate espectacular de una larga serie de insolencias de los cabecillas separatistas, toleradas, consentidas o fomentadas por el Gobierno nacional de turno. Ya sé que hay excepciones en la clase política, pero esas excepciones tienen nombres y apellidos y se cuentan con los dedos de una mano. Dos de esas excepciones son hombres: Vidal-Quadras y Mayor Oreja, prueba de que hay muy buenos españoles en Cataluña y en Vascongadas, pero hoy quiero destacar a dos mujeres, que como ya he dicho alguna vez, demuestran tener lo que hoy les falta a la mayoría de los españoles, emasculados por los que Marías llamaba “los medios de confusión”. Hablo de Esperanza Aguirre y Rosa Díez. A Esperanza Aguirre se le han echado encima como fieras no ya sus adversarios de siempre, sino los medios de confusión en general y hasta sus compañeros de partido, como el pobre hombre que está a su frente en las Provincias Vascongadas. Y es que llueve sobre mojado, porque ha sido ella la que desde la mayoría parlamentaria ha dicho lo que la otra viene repitiendo desde su escaño solitario: que los impopulares e inevitables recortes tienen que empezar por las fementidas autonomías, sin hacer distinciones entre las históricas, a las que yo llamo histéricas, y las del café para todos, a las que llamo menopáusicas.
(Algo de lo que voy a leer esta tarde en el Real Círculo de Labradores de Sevilla en la presentación del libro de Jesús Laínz Desde Santurce a Bizancio )
Aguirre vale, plenamente de acuerdo. De Díez ya anticipé su asturianazo hace tiempo
ResponderEliminarhttp://luminar21.blogspot.com.es/2011/05/upyd-el-bombero-inutil.html
> Decía Carl Schmitt que un caballo es un camello hecho por un parlamento.
ResponderEliminar¿No será al revés, don Aquilino?
En efecto. Es al revés. Gracias por la observación.
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