CRÓNICAS ANACRÓNICAS

12. La rosa malodorans
El Partido Socialista Obrero Español tiene la habilidad de cubrirse con más frecuencia de la debida de algo que don Indalecio Prieto denominaba por su nombre, un nombre que no voy a repetir, entre otras cosas porque no huele precisamente a rosas. No recuerdo bien si eso lo dijo en relación con el alijo de armas del Turquesa o con el botín del Vita, dos yates emblemáticos en la historia del socialismo español y en la biografía de don Indalecio. Yo soy de aquellos españoles sin partido, poco entusiastas del régimen actual, que sin embargo otorgan un voto de confianza, dentro de lo que cabe, a las caras nuevas que surgen en los viejos partidos. Algunas de esas caras, estoy seguro, son espejo de almas de buena fe, pero la atmósfera que han de respirar está demasiado viciada y cargada para que su cristal no tarde en empañarse.
La amarga lección que el separatismo dio a los socialistas en la última guerra civil parece haber caído en saco roto. El separatismo, que es el gran pecado de la España actual, es un pecado que no conoce parvedad de materia; es un pulpo que seguirá matando hasta que consiga sus objetivos o hasta que alguien se deje de atajar tentáculos y vaya derecho a su triple corazón. En 1937, don Antonio Machado dijo por boca de su Juan de Mairena algo que ya decían también personajes desengañados como Azaña y como Negrín, que se llamaron a engaño cuando ya era tarde, cuando ya olía mal la rosa.
(Crónicas anacrónicas, Áltera, Barcelona, 2003)

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