La espada y la cruz
El
Papa por Suramérica
Alberto Buela (*)
No hay duda
que el Papa es argentino pues tiene el tupé de decir en cada lugar lo que la
gente quiere escuchar, y así en Bolivia, enferma de indigenismo, pidió perdón
por los crímenes que ocasionó la conquista y colonización de América[1] y al
otro día en Asunción rindió loas a las reducciones jesuíticas del Paraguay como
si éstas no hubieran formado parte de la colonización de América. Todo por el
mismo precio y sin ponerse colorado.
Desde hace
muchos años la Iglesia perdió su iniciativa con relación al mundo ya que dejó
de marcar su compás. De esto se dieron cuenta ciertos buenos filósofos como Augusto
del Noce o Romano Guardini que intentaron recuperar una especie de “modernidad
católica” para que la Iglesia no quede al margen del mundo. Todo ello se
intentó aun con mayor esfuerzo en el desastroso Vaticano II, pero el hecho
cierto y bruto es que la Iglesia perdió el tren del mundo.
La
consecuencia de ello es que siempre, al menos desde el Vaticano II, llega con
atraso a proclamar todo aquello proclamado por la modernidad. Y así la Iglesia se va transformado en una
“iglesia a la carta” o como dicen los norteamericanos un catholic café.
Así la tardía
defensa de la democracia suena a remedo; la aceptación de mundo gay a parodia;
el aborto en ciertos casos a concesión; la eutanasia a permisión científica; la
nueva interpretación católica del Nuevo
Testamento por el Antiguo a inversión judaizante, la anulación del celibato a
pérdida de la ascesis católica que la distingue de los protestantes, en fin son todas llegadas con atraso a
proclamar todo lo que la modernidad ha ya proclamado y que al mundo, por
llevarlas a cabo, le ha ido como la mona en estos últimos doscientos años.
¿Y esta
estratégica a quien sirve?.
A la Iglesia
no creemos, por aquello de “burro viejo no agarra trote”, a la evangelización
menos pues nadie se convierte a algo que no está definido ni se diferencia de
aquello en donde uno está parado, a los adversario tampoco, porque un Occidente
sin Iglesia católica sería mucho más uniforme y homogéneo de lo que es ahora.
Nos sumergiríamos en una especia de miasma cósmico de todo y todos por igual.
Esto que
viene sucediendo dentro de la Iglesia solo beneficia al diablo y a sus hijos,
que son los padres de la mentira y el simulacro. Son los reyes de la carnalidad
y el resentimiento. Son los que no se conforman nunca con lo que tienen y
siempre quieren más, a costa de todo y de todos. Son los que realmente explotan
a los pobres que defiende Francisco, son en definitiva, los sostenedores concretos del mal en el
mundo.
Bueno, ante
esto Francisco no corta ni pincha, qué quieren: es argentino. No puede ni está
en condiciones de recuperar la sacralidad de la Iglesia, lo que está ofreciendo
es una sacralidad de sustitución o espuria como ocurre con las sectas, que no
son otra cosa que religiones a la carta.
Mientras
Francisco acuse de todos los males del mundo al capitalismo, al imperialismo
internacional del dinero sin decir quienes son ni identificarlos, todo marcha
sobre ruedas, total se refiere a un universal vacío, a una denuncia en el aire,
pero en cuanto baja los pies a la tierra como en su encíclica Laudatio si, donde se opone, entre otras
cosas, a la internacionalización del
Amazonas o cuando reconoce al Estado
Palestino, allí todo su mensaje es silenciado por los mass media internacionales. La voz de orden es: no comment.
(*)
arkegueta, eterno comenzante
[1] No hay que olvidar que
Francisco es gringo, esto es descendiente de italianos en Argentina y que como
tal tiene un cierto rechazo a España y lo español, como lo tienen todos los
gringos de nuestro país. Es algo típico
y propio de ellos, ese pequeño resentimiento contra lo hispánico, ¿será porque
se siguen sintiendo recién venidos a estas tierras? Vaya uno a saber. Pero
nosotros lo tenemos comprobado mil veces y la reacción es siempre la misma.
Obviamente que hay excepciones como la de Capón Netto.
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