Socialismo y cocaína
La era argentina de socialismo y cocaína
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Con esta
expresión valleinclanesca titula Aquilino Duque la recopilación
de ensayos breves, escritos la mayoría de ellos en los últimos años del pasado
milenio, recientemente publicada
por Ediciones Encuentro.
Si la libertad de expresión consiste en
poder decir no lo que todo el mundo comparte, sino precisamente lo que a los
demás no les gusta oír, este libro es una contundente reivindicación de esa
hermosa libertad, hoy tan amenazada por la hipócrita dictadura de la corrección política, invisible mordaza que uniformiza opiniones y anula debates. Porque si
algo caracteriza el fondo de los artículos de Duque es precisamente su absoluto
desinterés por los dictados de la corrección política, lo que le permite
calificar la música pop como la rebelión de los horteras, acusar a la educación
para la ciudadanía de ser un eufemismo para camuflar lo que siempre se llamó
corrupción de menores o recordar la desfachatez de mucho de eso que llaman arte
contemporáneo.
Los asuntos tratados en esta recopilación
de dieciocho breves pero sustanciosos artículos abarcan desde las eternas obsesiones localistas de una España empeñada en mirarse el ombligo hasta las grandes convulsiones
que alteraron el mapa ideológico del mundo en aquellos años en que la pesadilla
comunista acabó por desmoronarse como un castillo de naipes. Pero, lejos de
complacerse en aquel famoso fin de la historia que también acuñose por
entonces, Aquilino Duque denuncia lo que describe como el "espíritu inmundo del
68", soberano del mundo en las últimas
décadas del siglo XX y primeras de éste en el que vamos adentrándonos
sobresalto tras sobresalto. Porque la democracia puede amordazar a sus críticos
más implacablemente que cualquier otro régimen, amparada precisamente en su
incontestable superioridad moral, lo que lleva al autor a temer que este menos
malo de los regímenes políticos pueda acabar consistiendo en un nuevo tipo de
dictadura en la que los más opriman a los menos al margen del valor de las
opiniones de cada uno.
Aquilino Duque lleva ya varias décadas
blandiendo su pluma en los más variados terrenos y recibiendo por ello
numerosas distinciones –entre ellas el Premio Nacional de Literatura de 1974–, tanto en el campo de la poesía como en los de la prosa y el periodismo.
A los que ya lo hayan frecuentado no hará falta señalarles la donosura de su
pluma y la amplitud de su arsenal de conocimientos, como corresponde a quien
puede presumir como pocos españoles contemporáneos de tan viajado, leído y
escribido. Y a los recién llegados sólo cabe retarles a sacudirse la caspa
políticamente correcta y leer estas páginas de calidad inhabitual.
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