Alejandro Solyenitsin




«En Rusia no hemos tenido un Nuremberg y se mata a periodistas que dicen la verdad»
ABC 17 de October de 2006
TULIO DEMICHELIMADRID. El periodista y poeta siberiano Vitali Shentalinski no ha conseguido todavía editor en Rusia -que está «enferma de desmemoria y no ha tenido un Juicio de Nuremberg»- para estaTULIO DEMICHELIMADRID. El periodista y poeta siberiano Vitali Shentalinski no ha conseguido todavía editor en Rusia -que está «enferma de desmemoria y no ha tenido un Juicio de Nuremberg»- para esta trilogía de la que Círculo de Lectores / Galaxia Gutenberg ha publicado ya dos tomos: «Esclavos de la libertad», aparecido hace unos meses; y ahora, «Denuncia contra Sócrates», presentado ayer en Madrid. Se trata de una investigación llevada adelante desde 1988 en los archivos de la policía secreta soviética (GPU, KGB) sobre la persecución sufrida durante el estalinismo y aún después por los escritores rusos, muchos de los cuales acabaron en el Gulag o ante el pelotón de fusilamiento, siendo en su mayoría comunistas convencidos.El proceso de gestación de esta trilogía ha sido muy difícil, porque los archivos de la Lubianka (siniestro edificio de la GPU, luego KGB, en Moscú) sólo pudieron ser consultados entre 1988 y 1993. «Mucha documentación fue destruida durante el golpe de 1991; la de Anna Ajmátova, por ejemplo, que se justificó porque había material que la «perjudicaba» -explica el autor-. Luego, al llegar Yeltsin al poder, los funcionarios comercializaron la consulta de los archivos y, además, obstaculizaron a los investigadores independientes negándoles el acceso o poniendo trabas burocráticas».«Fusilar el pasado»Hagamos historia, empecemos por el principio. Buena parte de los grandes artistas y escritores de las vanguardias de los años 20 apoyaron la Revolución. «Es lógico que el arte de izquierdas y los izquierdosos del arte -declara Shentalinski a ABC- se volcaran con ella y que luego fueran apoyados por el poder soviético. Todo lo que había antes se jubiló y se tiró a la basura. Incluso Maiakovsky, que era un gran poeta, llamaba a «fusilar» a Rastrelli (arquitecto barroco italiano del s. XVIII, uno de los grandes constructores de Petersburgo), lo que era un juego de palabras, porque fusilar en ruso se dice rastrelar y lo que se quería era acabar con todo el pasado, algo que enseguida también ocurrió con esas vanguardias al imponerse el «realismo socialista». Muchos de aquellos vanguardistas que habían llamado a fusilar el pasado, fueron fusilados ellos mismos».Lo cierto es que el régimen soviético «fue un Estado de delación general y llegó a creerse que la policía política «reeducaba» a la gente. Aunque fue generalizada y se detenía porque sí, sin más, la represión del mundo artístico y literario constituyó sólo una parte de la represión general. Hubo, eso sí, capas de la sociedad que se vieron menos afectadas. Los músicos, por alguna extraña razón, sufrieron una persecución menor que los escritores, y la profesión de dentista, desde luego, era mucho menos peligrosa -ironiza-. En el caso de la ciencia, aunque hubo disidentes tan significados como Andrei Sajarov, el poder no los persiguió tanto... a lo mejor porque el régimen los necesitaba mucho más, por ejemplo, para hacer la bomba atómica».El XX Congreso del PCUS desmontó en 1956 el «culto a la personalidad» y se manifestó un cierto «deshielo cultural», muy breve, porque enseguida se produjeron los sonados casos de Pasternak, Solzhenitsyn, Siniavski, Daniel o Brodsky, escritores y periodistas a los que se silencia, encarcela o expulsa pero no se les mata. «El régimen ya no necesita practicar la política de represión extrema que había llevado adelante hasta entonces. Se entra, digamos, en una época vegetariana donde ya no se consume tanta carne. Pero, cuando a Solzhenitsyn le permiten publicar «Una día en la vida de Iván Denisóvich», el régimen se da cuenta de que el libro contiene una dosis excesiva de verdad, y no digamos cuando aparece «Archipiélago Gulag» en Francia, la dosis resulta intolerable y lo expulsan».El «deshielo» de Kruschev «fue muy equívoco... Por ejemplo, los habitantes de la república de Kabardino-Balkaria quisieron levantarle un monumento porque había permitido el regreso de los deportados por Stalin a otras regiones, olvidando que Kruschev también era responsable de esas deportaciones masivas, perpetradas bajo la acusación de que ese pueblo había colaborado con el enemigo. Kruschev condenó, por una parte, el culto a la personalidad de Stalin y sus crímenes, pero al hacerlo, en realidad, estaba dirigiendo contra él todas las piedras, convirtiéndole en un chivo expiatorio de todos los males, cuando el partido comunista y todos los dirigentes estaban implicados en sus crímenes».Shentalinski lamenta que aún hoy «en Rusia no hemos tenido nuestro Nuremberg, ni el régimen de la URSS ha sido definido en ningún momento como un régimen criminal. Aunque hemos quitado un poco de aquel ramaje, las raíces están cogiendo vigor de nuevo». Y se pregunta: «¿Por qué Putin ha visitado Auschwitz pero no los campos de exterminio del Gulag; por qué vuelve a haber monumentos a Stalin y a hablarse de él bien; por qué se mata a periodistas que dicen la verdad y cuyas muertes nunca se aclararán?» En fin, Shentalinski entiende que la Rusia actual es autoritaria, una «democracia dirigida» donde «reina la autocensura», que es aún peor que la censura real. «La sociedad acusa el cansancio de tantos experimentos históricos, pues Rusia ha dado grandes volteretas en un solo siglo. La gente ya no sabe analizar lo que ocurre y vive al día».

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Comentarios

  1. Vaya, vaya con el hijo de D. Miguel Primo de Rivera, ¡quien le iba a decir que más de 100 años después de su nacimiento, su doctrina seguiría siendo de primerísima actualidad!

    Pero que gran figura dió España, y lo poco que hemos sabido aprovecharla...

    Ya lo dijo Julio Gil Pecharromán, un visionario, si señor.

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