Democracia agropecuaria
Animal Farm
En tiempos de la Mesta y aun posteriores, la Castellana era cañada o camino de cordel por donde trashumaban los ganados. Hallándose un día don Jorge Guillén a la altura de Recoletos departiendo con un amigo sobre San Juan de la Cruz, sobrevino de pronto una riada porcina y toda la calzada se llenó de polvo, gruñidos y olores poco gratos. Hubieron nuestros amigos de hacerse a un lado y don Jorge exclamó: “¡Cuán vario es el mundo!”
De vivir en nuestros días, don Jorge podría hacer esa exclamación sin ir muy lejos, con sólo asomarse al antiguo Palacio de Comunicaciones o a lo que fue checa de Bellas Artes cuando Madrid era “capital de la gloria”y “tumba del fascismo”. Gran acierto fue el de Jorge Orwell el de personificar en el cerdo la democracia, la democracia real, como solían denominarla los que de esa democracia se tienen ahora que contentar con sus rebabas culturales. Muchos años antes que Orwell, nuestro hoy denostado Ganivet profetizaba una España pasto de los puercos, y nada más porcino en esta granja en rebeldía que es la España democrática que el contubernio de la política y la cultura. A ese contubernio no se sustraen los únicos que tienen una idea de la cultura en el partido de la Oposición, que son las personas que están al frente de la Villa de Madrid y de su provincia, pomposamente llamada “comunidad autónoma”. Ambas personalidades, por pasiva y por activa, han tenido que hacer de porqueros en la antigua checa de Bellas Artes y en el Teatro Español. El aborto de las guarradas culturales perpetradas o proyectadas en esos antros pone en situación embarazosa a esos porqueros y alarma a las nuevas generaciones de abajofirmantes, que creen verle las orejas al lobo, especie animal que Ganivet contraponía al cerdo. Los lobos de nuestro tiempo los podemos ver dando patadas y aullidos en las jaulas de vidrio refractario de ese zoo que es la Audiencia Nacional, pero no son estos lobos los que asustan a los abajofirmantes, sino los mansos corderos a quienes empieza a preocupar la afinidad cada vez más patente de los lobos con los gorrinos.
En tiempos de la Mesta y aun posteriores, la Castellana era cañada o camino de cordel por donde trashumaban los ganados. Hallándose un día don Jorge Guillén a la altura de Recoletos departiendo con un amigo sobre San Juan de la Cruz, sobrevino de pronto una riada porcina y toda la calzada se llenó de polvo, gruñidos y olores poco gratos. Hubieron nuestros amigos de hacerse a un lado y don Jorge exclamó: “¡Cuán vario es el mundo!”
De vivir en nuestros días, don Jorge podría hacer esa exclamación sin ir muy lejos, con sólo asomarse al antiguo Palacio de Comunicaciones o a lo que fue checa de Bellas Artes cuando Madrid era “capital de la gloria”y “tumba del fascismo”. Gran acierto fue el de Jorge Orwell el de personificar en el cerdo la democracia, la democracia real, como solían denominarla los que de esa democracia se tienen ahora que contentar con sus rebabas culturales. Muchos años antes que Orwell, nuestro hoy denostado Ganivet profetizaba una España pasto de los puercos, y nada más porcino en esta granja en rebeldía que es la España democrática que el contubernio de la política y la cultura. A ese contubernio no se sustraen los únicos que tienen una idea de la cultura en el partido de la Oposición, que son las personas que están al frente de la Villa de Madrid y de su provincia, pomposamente llamada “comunidad autónoma”. Ambas personalidades, por pasiva y por activa, han tenido que hacer de porqueros en la antigua checa de Bellas Artes y en el Teatro Español. El aborto de las guarradas culturales perpetradas o proyectadas en esos antros pone en situación embarazosa a esos porqueros y alarma a las nuevas generaciones de abajofirmantes, que creen verle las orejas al lobo, especie animal que Ganivet contraponía al cerdo. Los lobos de nuestro tiempo los podemos ver dando patadas y aullidos en las jaulas de vidrio refractario de ese zoo que es la Audiencia Nacional, pero no son estos lobos los que asustan a los abajofirmantes, sino los mansos corderos a quienes empieza a preocupar la afinidad cada vez más patente de los lobos con los gorrinos.
Han salido de nuevo las Cartas Finlandesas. ¿Sabe si merecen la pena?
ResponderEliminarPor supuesto. Todo Ganivet hay que releerlo.
ResponderEliminar