Soledad sabe una copla

En otra edición de lujo, y con ilustraciones de Juan Lamillar y un bonito prólogo de García Barbeito, José Mateos nos da los versos de un poeta cuya niñez transcurrió en la misma casa del barrio de San Bernardo en que nació Pepe Luis Vázquez, Víctor Jiménez. Me imagino que el título, más bien pesimista del libro, lo ha puesto el autor a sabiendas de la mala prensa que entre los poetas y eruditos sesudos y amargados tiene una aproximación y un tributo a la poesía popular que no son otros que los que siempre se les reprochó, por ejemplo,  a Villalón, a Lorca o a Alberti. En estos días conmemoramos en Sevilla el medio siglo de la muerte de un coetáneo de estos poetas, Joaquín Romero Murube, poeta, más que de soleares, de la Soledad, una soledad cifrada en la hermandad de la que fue cofrade y con cuya túnica fue amortajado. 

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