Veinte años después

El poeta sevillano Fernando Ortiz, acaso la persona que se ha desvelado por la poesía de sus contemporáneos aun más que por la propia, en lo que alguna vez lo llegaría a comparar con Ezra Pound, me persuadió a hacer de telonero de tres de sus "descubrimientos" en Sevilla, a saber, de Abelardo Linares, Javier Salvago y Antonio Cáceres. A Linares lo presenté en la desaparecida librería Vértice, con asistencia entre otros de Muñoz Rojas y la viuda de Romero Murube; a Salvago, en la Peña Trianera de la calle Castilla, donde se le daba un homenaje, y a Cáceres, en  La Carbonería de la calle Levíes, con asistencia entre otros de Bernardo V. Carande, cofundador de Aljibe.  El libro de Cáceres se llamaba Lagar de San Antonio. Veinte años ha tardado Antonio Cáceres en dar a la estampa un nuevo, y definitivo, libro de versos.  En esos años de aparente silencio Cáceres no ha estado ocioso, como sabemos muy bien los numerosos beneficiarios de sus buenos oficios burocráticos en pro de las artes y las letras de la ciudad. Ese libro, titulado Tono menor, se presentó el viernes 1 de diciembre en el Espacio 9 Millas, de la calle Narciso Campillo, que dirige Enrique Parrilla, y lo único menor del acto fue la megafonía crónica del acogedor espacio, compensada con los intervalos musicales de virtuosos que acuden de los cinco continentes cuando Parrilla frota su lámpara maravillosa. Esta vez la presentación corrió a cargo del editor jerezano de Libros Canto y Cuento, el poeta José Mateos nada menos.  Véanse dos botones de muestra.




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