Cuelgamuros
LA CRUZ COLOSAL DE LA VERDAD
YA ha aprobado el Congreso de los Diputados la proposición no de ley para desenterrar a Francisco Franco y sacarlo del Valle de los Caídos. A todos los que lo han votado: ¡Enhorabuena, valientes! Es el mayor gesto de heroísmo antifranquista de su vida. Tanto coraje me ha conmovido. Me ha reafirmado en mi cambio de opinión. Yo sí pensaba hace unos años que los restos del general Franco podían, de acuerdo con la familia, ser trasladados al panteón familiar en El Pardo junto a los de su mujer. Que era lo que, al fin y al cabo, había previsto él. Hoy sin embargo estoy convencido de que hay que defender la inviolabilidad del monumento religioso del Valle de los Caídos con todos sus muertos dentro. Que no deben tocarse por ser un testimonio físico ya absolutamente irrenunciable de la historia de España. De la historia real, de la que intentan destruir, ocultar y negar mientras inventan una nueva que convenga a sus planes totalitarios.
Los enemigos de la verdad tienen, como en el Congreso ayer, todas las ventajas en esta guerra por apropiarse del pasado. Enfrente solo tienen a héroes en lucha solitaria, véase a Policarpo Sánchez, en su lucha por el Archivo de Salamanca entregado a autoridades separatistas para ser purgado y destruido como testimonio de la historia de España. Y tantos otros, aislados. Sin ayuda de la política. El Gobierno del PP mantiene y protege la ignominiosa Ley de Memoria Histórica. Ciudadanos ha votado con socialistas y comunistas, es de suponer que por el miedo a que le llamen «facha», esa mordaza española. Otro partido acobardado como el PP, dedicado a sus asuntos, incapaz de hacer frente a la pretensión de hegemonía total del mensaje de la izquierda. Están a otras cosas.
Por eso el Valle de los Caídos, con toda su tenebrosa carga de nuestra muy tenebrosa historia, debe ser un dique contra ese tsunami de mentiras con el que izquierda y separatistas quieren anegar toda la historia de España. Ahora que liquidan las verdades una a una en los libros de texto, en monumentos y obras públicas. Y que buscan destruir todo lo que pueda ser un testimonio que contradiga sus relatos mentirosos. Ya se da en España la práctica balcánica de destruir lapidas. Pronto negarán que existieran allí esos nombres y esas cruces que son testimonio muchas veces milenario. Hay que defender los cementerios y las tumbas y las lápidas y las cruces ante la furia destructora de la izquierda revanchista. También la tumba más grande, el Valle de los Caídos. No se trata de defender a Franco ni al franquismo que es pasado. Se trata de defender la verdad. La vieja izquierda de sus primeras legislaturas sabía tan bien como los generales de Franco lo que fue la verdad de la guerra. Unos y otros sabían que los otros sabían. Todos eran conscientes de la mucha sangre española de ambos bandos que había sellado las realidades. Quienes vuelven con un discurso de buenos y malos a explicar la tragedia y culpa común no ocultan la voluntad de aplastar a quien discrepe. Su voluntad totalitaria se manifiesta en la terrible certeza de que gran parte de la izquierda española da la espalda a la reconciliación nacional y considera que la legitimidad radica en el Frente Popular de los golpes de Estado, los asesinatos, las checas y el fraude electoral. Quienes consideran aquello ejemplar lo quieren repetir. La mejor arma de resistencia es la verdad. Y para recordar lo que pasó, nada más útil que esa colosal cruz de la sierra madrileña que pida e invite siempre a explicaciones, a esa verdad que tantos en España odian y quieren ocultar.
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