La corte de los milagros
EL
CONSENSO
Ignacio Ruiz Quintano
ABC | 2-9-2016
El
consenso del 78 fue la cortinilla sobre el pasado que Zapatero (solo o en compañía de otros) descorrió en su gobierno.
Merced
al consenso del 78, todos los españoles eran antifranquistas, igual que el
consenso del 45 convirtió a todos los alemanes en liberales, a todos los
italianos en partisanos y a todos los franceses en resistentes.
El
símbolo de la ruptura zapateril del consenso del 78 es una ley estalinista de Memoria Histórica
(el “padrecito” decretó dogma histórico, ya ven, que Espartaco liquidó el Imperio Romano) que Rajoy no ha
derogado, dando así por bueno (“ante todo, que no nos llamen fachas”) que por
el mar corren las liebres y por el monte las sardinas.
En
virtud de esa cosa, en Logroño han cambiado, en mofa birlibirloquesca, la calle
de José Calvo-Sotelo, asesinado
por la escolta de Indalecio Prieto,
por la calle de Leopoldo Calvo-Sotelo,
“el marmolillo peatonal”, como lo llamara el hermano de Juan Guerra, y que, al decir de su esposa, sólo pasó una noche
fuera de casa, la noche del 23-F.
Como
a José Calvo-Sotelo no lo pueden coger por Franco, lo cogen por Primo
de Rivera, el dictador que no tuvo a nadie sobre quien ejercer su
dictadura, pues sólo se le puso enfrente Unamuno, que se hizo republicano porque el Rey le demoró “sine
die” una audiencia.
Hay
que contestar con insultos, con pedradas, con gritos de pasión, con botes de
lanza–decía aquel hombre–. No hay que razonar con ellos.
Si tratas de razonar frente a sus razones, estás perdido.
Claro
que, para colaborador de Primo, nadie como Largo Caballero (entre él y Prieto, por cierto, suman más golpes
de Estado que toda Iberoamérica), que cebó a la Ugt con el pienso de la
Dictadura.
Pero
estos zapaterones del stalinismo historiográfico se valen de lo que tienen para
borrar sus hazañas guerracivilistas, como en Deadwood cuando Al Swearengen mandaba a la
renca Jewel fregar el suelo del
“Gem Theater” para borrar la sangre que dejaban Dan Dority y Johnny Burns.
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