Acción de gracias y donoso escrutinio

Palabras leídas al cierre de la primera jornada del Triduo del Homenaje
Yo necesitaría vivir aún  casi tantos años como los que ya llevo a cuestas para dar las gracias por todo lo recibido a lo largo de esos años.  Tanto ha sido que mi obra, desde mi punto de vista, si no es una confesión general, es una acción de gracias interminable.  El donoso escrutinio de que toda ella va a ser objeto en estos tres días va a acrecentar sin duda la partida del debe en mis libros de contabilidad.  En el presente concurso de acreedores figuran en primer lugar, aunque sólo sea por orden de antigüedad, tres lugares de la geografía andaluza, a saber, Sevilla, el Puerto de Santa María y Jerez de la Frontera.  Por Sevilla desembarqué en este mundo, creo que con buen pie, y del Puerto y de Jerez partió la idea de este homenaje, ocurrencia de dos amigos poetas: Enrique García Máiquez y José Mateos.  Junto a sus nombres tengo que poner los de todos mis compañeros en la Real Academia Sevillana de Buenas Letras, que hoy hospeda esta sesión inaugural, abierta con gran cariño por la Excma. Sra. Directora. 
 Si hay alguien que pueda presumir de “profeta en su tierra”, debo decir que yo soy una rara avis, pues la verdad sea dicha yo no me puedo quejar del trato recibido de mi ciudad natal.  Aún era un adolescente cuando salté a la fama local en el concurso Lo toma o lo deja que llevaba en Radio Sevilla el popular locutor Rafael Santisteban, y apenas cumplidos los veinte años compartí con varios coetáneos inolvidables la excelente acogida de la revista Aljibe.  Luego vino el Excmo. Ayuntamiento con su premio de novela hallándome yo a orillas del Rin y luego la Excma. Diputación con el Archivo Hispalense, cuando aún vivía a orillas del Tíber.  A poco de volver de Roma,  la Universidad me incorporó a su joven y ya prestigioso Secretariado de Publicaciones, donde mi función más destacada fue pronunciar el Pregón de la Feria del Libro de 1976, o de una de las Ferias, la oficial, en que se escindió por razones políticas la de aquel año.  Me precedió en el uso de la palabra el entonces Director General de Información y Turismo, el arabista y filósofo don Miguel Cruz Hernández, que no dejó de tomar nota con satisfacción de la existencia de una Feria del Libro paralela, apostillando que las paralelas se unen en el infinito.  Han pasado muchos años y, por fas o por nefas, los fastos presentes coinciden involuntariamente con los de la Feria oficial.  Ironías del destino o, como dicen los anglosajones, justicia poética, posiblemente porque la poesía tiende también al infinito.  Poco tiempo pasaría para que esta Real Academia me abriera sus puertas, y un poco más para que la Real Maestranza, catedral de otra de mis grandes devociones, me encargara el Pregón Taurino.  Ahora es de nuevo el Excmo. Ayuntamiento el que a través de su Instituto de la Cultura y las Artes de Sevilla y de la Casa de los Poetas, se une a la Fundación de Cultura Andaluza y a la Academia de Buenas Letras para hacer posible estos actos.  Párrafo aparte merece la popular Carbonería, a la que debo la edición de uno de mis libros más simpáticos: La era de Mairena.
La Fundación  no es ajena a aquel espíritu del Club La Rábida, donde recibí la alternativa de poeta después de haberme estrenado como novillero quince días antes en la Residencia de la calle Canalejas.  De la Academia sólo puedo decir que es mi casa después de haber sido mi pensión, la Pensión Don Marcos, en la que yo leía a Salgari en la primavera de 1943.  He mencionado a Roma, otra ciudad a la que también debo mucho, aunque sólo sea porque allí nació la persona que desde Ultramar ha puesto orden y concierto en este alud de pruebas de amistad, de admiración  y de cariño.
                                                                

Comentarios

  1. Aunque no haya estado, me sumo de todo corazón a este homenaje a uno de los grades de la cultura española.

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  2. Las acciones de gracias crecen en progresión geométrica y no creo que no haya participante o asistente a estas jornadas o ausente cordial como Tomás que no esté enormemente agradecido a esa obra tuya que es una inmensa acción de gracias y un motivo para darlas.

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  3. Mi enhorabuena llena de admiración y, cómo no, de agradecimiento por su obra y su limpia trayectoria.

    Luis Felipe Utrera-Molina

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