Domingo blanco
Pido disculpas a mis posibles lectores por no haber comparecido como anunciaba este domingo en las páginas de La Gaceta. No hay mesa de redacción que no sea una mesa revuelta y en la que no se traspapele más de un original, por electrónico que sea. Aclarada la confusión, vuelvo a mandar el original que saldrá Deo volente el próximo domingo 20, día en que la Santa Madre Iglesia celebra a San Sebastián. Entre tanto, para entretener la espera, me permito poner aquí el último párrafo del artículo del pasado domingo, visible en el asiento precedente del presente cuaderno de bitácora, en el que, por razones de espacio, hubo que suprimir la frase que va en negrita y entre paréntesis.
También muchos años más tarde, en 1978, de los siete sabios que, como diría Quevedo, engendraron a escote a La Nicolasa, el único que pareció acordarse de Jovellanos fue don Manuel Fraga, que llegaría a sugerir una Constitución a la inglesa, no escrita, y consistente en la adaptación a los nuevos tiempos de las aún vigentes Leyes Fundamentales. ¿Qué habría dicho Jovellanos si se entera de que con el tiempo, algo tan permanente como la Patria, supeditada a un sistema político transitorio por naturaleza (lo que él por cierto llamaba “superchería democrática”) iba a ser definida como un “concepto discutido y discutible”?
También muchos años más tarde, en 1978, de los siete sabios que, como diría Quevedo, engendraron a escote a La Nicolasa, el único que pareció acordarse de Jovellanos fue don Manuel Fraga, que llegaría a sugerir una Constitución a la inglesa, no escrita, y consistente en la adaptación a los nuevos tiempos de las aún vigentes Leyes Fundamentales. ¿Qué habría dicho Jovellanos si se entera de que con el tiempo, algo tan permanente como la Patria, supeditada a un sistema político transitorio por naturaleza (lo que él por cierto llamaba “superchería democrática”) iba a ser definida como un “concepto discutido y discutible”?
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