¡Viva la Nicolasa!



                                                        ¡Viva la Nicolasa!
    Las instituciones y los símbolos de la democracia deben tener, y en España tienen y siempre han tenido, un nombre familiar que los acerque al pueblo del que emanan. Así lo entienden vascos y catalanes, al llamar a su distintivo tribal respectivamente la ikurriña y la senyera, y por eso, en los albores del “Estado de las Autonomías” propuse yo para el distintivo del bantustán andalusí un nombre que tuviera al mismo tiempo abolengo árabe y llaneza popular: la palabra aljofifa. Eso por lo que toca a los símbolos; por lo que respecta a las instituciones, la Constitución que pasa por la madre de todas nuestras constituciones, aunque no sea la primera, que fue la de Bayona, es la Constitución de Cádiz, y esa Constitución, promulgada el día de San José, fue conocida por La Pepa, y como tal enriqueció el repertorio de “vivas” de nuestro pueblo.
    Pues bien, la actual Constitución fue promulgada o votada o lo que fuera el 6 de diciembre de 1978, día en que la Santa Madre Iglesia festeja a San Nicolás de Bari y que en los países nórdicos se celebra como una especie de Navidad de los niños en que éstos reciben los regalos que los nuestros reciben o recibían el Día de de Reyes. ¿No sería cosa de que a esta Constitución la acercáramos al pueblo con un nombre familiar, que también puede ser el de la fiesta onomástica de su nacimiento: La Nicolasa?  



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