Un Apocalipsis de nuestro tiempo


Actualidad de Paul Claudel*

En 1937 apareció en París, con el sello editorial Plon, el libro de don Juan Estelrich titulado La persécution réligieuse en Espagne, obra que a guisa de prefacio llevaba el gran poema de Paul Claudel Aux martyrs espagnols. En octubre de ese mismo año y en Sevilla aparecía la versión española del prefacio de Claudel, obra del poeta y catedrático Jorge Guillén. También por las mismas fechas salía en Buenos Aires otra versión del poema de Claudel, a cargo de Leopoldo Marechal. Yo no conocía la versión original hasta ahora, en que el último traductor del poema, don Tomás Salas, la reproduce junto a su versión al castellano, una versión de la que hay que decir, y no es poco, que no hace mal papel frente a la de Guillén. De esta última nos hemos alimentado los lectores de uno de los grandes poemas de nuestra guerra haciéndonos la ilusión de que estaba escrito en nuestro idioma. No conozco la versión argentina, pero su autor es muy de fiar y no dudo de que saliera airoso de la prueba. Traducir poesía no es tarea fácil y es desde luego imposible si el traductor no es poeta a su vez. El arte del traductor está en hacer creer al lector que lo que lee ha sido escrito en la lengua en que lo está leyendo, y en esa creencia A los mártires españoles puede pasar en cualquiera de sus versiones como uno de los grandes poemas de la guerra española.

La presente edición, con el sello de Encuentro, dista la friolera de setenta y dos años de las tres primeras, a saber, la francesa, la sevillana y la bonaerense, y ello se explica por la misma regla de tres por la que la Historia de la persecución religiosa en España 1936-1939, de don Antonio Montero, no se volvería reeditar hasta 1998, es decir, a los cincuenta y cuatro años de su aparición, en 1944. Y es que la Iglesia, no sólo la triunfante, sino la militante, la integrada por los fieles, prefería echar tierra sobre un pasado ingrato y confiar en la Divina Misericordia. Desgraciadamente, desde las postrimerías del siglo XX la Historia se ha puesto a dar saltos mortales y en uno de ellos cobra gran actualidad la persecución religiosa, que en Occidente no puede ser otra que la persecución del Cristianismo. El propio Tribunal Constitucional de la República Federal de Alemania, con sede en Karlsruhe, conmemoraba el cincuentenario de su creación congratulándose de haber legalizado el aborto y eliminado el crucifijo de las escuelas.

Hace años me decía Max Aub en Roma delante de Alberti que todas las guerras son guerras de religión, y él lo decía por Irlanda e Israel, pero yo pensaba si no se les ocurría a ellos que también la nuestra, es decir, la de ellos y la mía, no había sido también una guerra de religión y que era perfectamente lógico que la Santa Sede tomara partido en ella y la graduara de Cruzada. Bien es verdad que fueron muchos los intelectuales católicos partidarios de los perseguidores, cuyas razones comprendían. No sé si es buena la comparación, pero es que a mí la actitud de los Maritain, los Mounier, los Bernanos me hace pensar en judíos que comprendieran las buenas razones de los nazis para perseguir al pueblo elegido.

El actual sistema político en España, no contento con haber enfrentado a las regiones unas con otras mediante el engendro de las autonomías, se propone dividir a los españoles en rojos y nacionales y para ello mete al país en la máquina del tiempo de la memoria senil. De ahí la actualidad de obras capitales de apologética católica, tanto en lo documental, como es el caso de la Historia … de Monseñor Montero, como en lo poético, como en este arrebatado y arrebatador prefacio de Claudel, que cabría subtitular de Apocalipsis de nuestro tiempo.




* Paul Claudel. A LOS MARTIRES ESPAÑOLES . Edición bilingüe. Traducción, introducción y notas de Tomás Salas. Ediciones ENCUENTRO S.L. Libros de bolsillo. Madrid, 2009

Comentarios

  1. Estimado maestro: muchas gracias por su reseña y por tantas ideas valiosas. El trabajo intectual, que es ta duro e ingrato, tiene estas compensaciones que, al final, hacen que valga la pena.

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